Iconografía cristiana: La vida de la Virgen María. Introducción y fuentes. Por: Virginia Seguí

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Los Evangelios canónicos apenas dan detalles sobre la vida de la Virgen y, por ello, la madre de Cristo era una perfecta desconocida para los primeros cristianos aun cuando éstos cumpliendo con sus preceptos conocieran los Evangelios y estuvieran familiarizados con el relato bíblico. De modo que si sus lecturas se reducían a los cuatro textos considerados ortodoxos que componen el Nuevo Testamento su curiosidad e interés por conocer la historia de la madre y antepasados de Cristo no podía verse satisfecha; y esto, que pronto fue una aspiración de los fieles, les llevó a interesarse por una serie de leyendas e historias con base histórica o no, que sobre el tema, circulaban por la zona.

 

 

 

 

 

 

 

 

Iconografía cristiana: La vida de la Virgen María. Introducción y fuentes. Por:  Virginia Seguí.

 

Los Evangelios canónicos apenas nos dan detalles sobre la vida de la Virgen y, por ello, la madre de Cristo era una perfecta desconocida para los primeros cristianos aun cuando éstos cumpliendo con sus preceptos conocieran los Evangelios y estuvieran familiarizados con el relato bíblico. De modo que sí sus lecturas se reducían a los cuatro textos considerados ortodoxos que componen el Nuevo Testamento su curiosidad e interés por conocer la historia de la madre y antepasados de Cristo no podía verse satisfecha; y esto, que pronto fue una aspiración de los fieles, les llevó a interesarse por una serie de leyendas e historias con base histórica o no, que sobre el tema, circulaban por la zona. Leyendas que diferentes autores fueron recogiendo y que acabaron formando un corpus textual que, con el tiempo, fue creciendo y extendiéndose por todo el mundo cristiano; siendo al mismo tiempo frecuentemente corregido y aumentado por los nuevos transcriptores o traductores y que ha llegado hasta nosotros en lo que se conoce como Evangelios Apócrifos; ya que los Padres de la Iglesia y las diferentes jerarquías eclesiásticas discutieron sus contenidos, desde el principio, no habiendo llegado a considerarlos ortodoxos. 

 

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 Por ello, desde los primeros tiempos, las creaciones artísticas que se han realizado sobre el tema, han estado vinculadas a estos textos al ser la única fuente en la que podían basarse para recrear detalles de la vida de la Virgen María o incluso los de los primeros años de la vida Jesús. Pese a conocer su falta de ortodoxia, los mecenas, ya fueran éstos gentiles o eclesiásticos, los han admitido y aceptado, posiblemente porque no debían tener elementos formales con los que rebatirlos; por otro lado las cuestiones que plantean o no tienen ninguna consecuencia sobre cuestiones dogmáticas o son favorables al dogma, por lo que su aplicación no ha sido cuestionada sino más bien admitida y aceptada por la iglesia.

Los historiadores son conscientes del valor relativo que estos escritos apócrifos tienen en cuanto a la veracidad de la historia pero, sin duda, reconocen su valor dada la influencia que han tenido en el propio sentir cristiano y la que, a lo largo del tiempo, han ejercido sobre la representación artística de estos temas. 

Como ya hemos dicho, en su momento estos textos fueron discutidos y sufrieron severas prohibiciones y reprobaciones por parte de los Padres de la Iglesia pero, lo cierto es que consiguieron pervivir, y en muchos casos aflorar, incluso en la propia liturgia cristiana.

 

 

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Su primer ámbito de difusión fue Oriente y su paso a Occidente fue dificultoso; aunque finalmente, una vez latinizados y, sobre todo, a partir del medievo, comenzaron a dejar su huella en Occidente, como demuestra la liturgia Mozárabe y las expresiones artísticas de la época. La Legenda aurea de Japoco de la Voragine y el Speculum historiale de Vicente de Bauvais, que los transcribe casi en su integridad serán fuente de inspiración para los artistas a partir de este momento y, aunque el Concilio de Trento supuso un duro golpe para ellos, la huella dejada en el arte plástico y libresco ha permitido su pervivencia teniendo influencia en diferentes escritos entre los que se encuentran, las obras de sor María Agreda y Catalina Emmerich, en las que al acometer el relato de la vida de la Virgen siguen fielmente estas leyendas apócrifas.

Los conocidos como Apócrifos de la Natividad son dentro de estos textos los que tratan el tema de la vida de la Virgen, destacando entre ellos el  considerado más ortodoxo: el Protoevangelio de Santiago, conocido en Occidente gracias al francés Guillermo Postel, quien al ver que se leía en las iglesias de Oriente, lo tomó por el prólogo del Evangelio de San Marcos, inicialmente se le denominaba Órigenes; tiene tres partes diferenciadas: la vida de María hasta el nacimiento de Cristo; el nacimiento de Jesús y las maravillas que lo acompañan y, finalmente, la matanza de los inocentes y el martirio de Zacarías, cerrándose con un epílogo. Su datación es difícil, pero los expertos están de acuerdo en considerar que al menos desde el siglo II existía ya un texto o libro de Santiago que trataba ya varios de los temas que finalmente lo conformaron. 

El autor del texto apócrifo conocido como Evangelio del Pseudo Mateo, denominado así por Tischendorf en 1832, quiere dotarle de autoridad intentando relacionarle con San Jerónimo, para ello a modo de prólogo inicia su texto con dos epístolas del santo dirigidas a Cromacio y Heliodoro en las que les indica los temas que contiene: nacimiento de la bienaventurada María e infancia del Salvador, menciona su origen hebreo y atribuye su autoría a San Mateo, autor del texto canónico evangélico. El texto originario se data entre los siglos IV y V según parece desprenderse de su estilo, algo bárbaro, así como las ideas monásticas de las que se hace eco que se han relacionado con San Benito y la propagación del monaquismo en Occidente. Durante la Edad Media tuvo gran influencia como demuestran los textos de la abadesa Hroswitha de Gandersheim quien los versifica dándole el título de Historia nativitatis laudabilisque conversationis intactae Dei Genitricis, quan scriptam reperi sub nomine sancti Iacobi fratis Domini; historia que influyen en leyendas posteriores como en los escritos místicos de Santa Brígida.

 

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El liber de infantia Salvatoris tiene al parecer gran relación con el anterior existiendo, entre los expertos, dudas sobre la relación de prioridad entre ambos textos, ya que entre ellos se dan verdaderas interpolaciones. Existen dos recensiones diferenciadas la del Códice Arundel y la del Códice Hereford publicados por James en 1927, su estilo y formulación se asocian a  algún compilador carolingio del siglo IX.  

 

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Antes de acometer la historia de la Virgen María hablaremos de su nombre, en principio María es simplemente la transcripción latina del nombre hebreo Miriam, cuyo significado es gorda y en consecuencia bella, de acuerdo con el ideal femenino de la época y de las culturas de la zona Oriental en las que específicamente se encuadra. Nombre, que siguiendo la tradición, al ser mujer le fue impuesto quince días después de su nacimiento siendo elegido en homenaje a la hermana de Moisés, única mujer llamada así en el Antiguo Testamento. Al igual que el de Jesús en España y Polonia se prohibió inicialmente su uso al considerarlo tabú, reemplazándolo por alusiones indirectas como Concepción, Dolores, Asunción, Carmen, Mercedes, etc., entre otros; posteriormente, tras ser autorizado su uso, se ha empleado tanto en hombre como en mujeres.

 

 

 

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Durante la Edad Media los Padres de la Iglesia muy interesados en Etimología buscaron asociaciones al nombre de María; San Anselmo la creyó reina del mar (Domina Maris) asociando su nombre a la palabra latina mare; para San Jerónimo y San Bernardo fue la estrella del mar (Stella Maris), y el vocablo hebreo Miriam o Mariam se interpretaba mas bien como gota del mar (Stilla maris). Se ha asociado a la Mirra, sustancia perfumada oriental con la que se embalsamaba a los muertos volviendo sus cuerpos incorruptibles.

 

Los Teólogos jugaron con las cinco letras de su nombre componiendo letanías o laudes en forma de acrósticos; encontrando, incluso, en ellas las iniciales de sus cinco prefiguraciones del Antiguo Testamento: Mirian, la hermana de Moisés, que cantó la liberación del pueblo hebreo tras el paso del mar Rojo; Ana, madre de Samuel, que consagró su hijo al Señor; Raquel que lloró a sus hijos; Judit que liberó su nación decapitando a Holofernes y Abigail que aplacó la cólera de David. San Buenaventura creó para la madre del Salvador un rosario de alabanzas en las que la que saluda con los títulos de mediatrix, auxiliatrix, reparatrix, iluminatrix y advocata. De su nombre se extraen denominaciones de flores como margarita, ancolía, rosa, eglantina, etc; y el dominico Pedro de Udine formó un ramo de piedras preciosas con margarita (perlas), adamas (diamante), rubinus (rubí), iaspus (jaspe) y amathistus (amatista).

 

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Los temas iconográficos relacionados con la vida de María se remontan a tiempos anteriores a su nacimiento. Se relatan acontecimientos de las vidas de sus padres de gran influencia en algunas de las que después serán consideradas como las características más destacadas de la Virgen María; dando además cabida, de este modo, a los temas genealógicos en los que se presentan los antepasados de Cristo: como El Árbol de Jesse, La parentela de la Virgen o La Sagrada Familia

Los apócrifos de la Natividad, con algunas diferencias, recogen una leyenda básica sobre los padres de la Virgen y relatan cómo Ana y Joaquín, después de veinte años de matrimonio, no habían conseguido tener descendencia lo que estaba considerado por los judíos como una maldición divina, al privar de vástagos al pueblo de Israel; y aunque no estaba penado por la ley sí suponía una humillación para la familia por muy alta que fuera su posición y por mucho que se esmeraran en cumplir sus obligaciones y ofrendas; pues Joaquín dividía siempre sus bienes en tres partes entregando dos de ellas al Templo y al pueblo de Israel, quedándose con la tercera para cubrir las necesidades familiares. Contábase que, en cierta ocasión, cuando Joaquín se disponía a ofrecer sus dones al templo, Ruben el escriba, le indicó que no le era lícito ofrecerlos junto con el resto de hombres pues él no había dado ningún vástago a Israel;  esto le entristeció hasta tal punto que le hizo retirarse con sus rebaños y, sumamente afligido, decidido a pasar al menos cuarenta noches de ayuno; el Protoevengelio de Santiago menciona además, que antes de esto había comprobado en los archivos y códices que todos los hombres justos habían suscitados descendientes, aunque algunos de ellos como Abrahán lo hubieran hecho ya en las postrimerías de sus vidas; jurándose no volver a su casa mientras no tuviera una señal del Señor su Dios.

 

 

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Cuenta también la leyenda que Ana, su esposa, ante la ausencia de su marido se lamentaba y gemía llorando la pena que le causaba su esterilidad y su viudez. Y el relato menciona también cómo el Arcángel Gabriel enviado por el Señor se les apareció a ambos indicándoles que habían sido bendecidos y el Señor había accedido a sus deseos concediéndoles su máxima aspiración: tener descendencia y que pronto serían padres; indicando a Joaquín que debía regresar a su casa y a Ana que se saliera en busca de su esposo encontrándose  a la entrada de la ciudad en la Puerta Dorada; donde con un abrazo sellarían su reconciliación y abrazándose y besándose concebirían su descendencia, es decir, a María la que estaba destinada ser la madre del Redentor.

Los expertos declaran la falta de historicidad de esta leyenda; por un lado los nombres de Ana y Joaquín no designan personajes reales sino que, como ya hizo notar Le Nain de Tillemont en el siglo XVII,  son denominaciones simbólicas: Ana significa Gracia en hebreo y Joaquín, forma diminutiva de Elías en el mismo idioma, sería la Preparación del Señor. Por otro también destacan las similitudes y relaciones que la historia establece con otras anteriores contenidas en el Antiguo Testamento: la historia de Hanna, madre de Samuel que aparece en los primeros capítulos del Libro de los Reyes; dos viejos esposos que después de largos años se ven gratificados con descendencia por gracia divina reaparece muchas veces en la Biblia, Abrahán y Sara padres tardíos de Isaac; Manuel padre de Sansón; Zacarías e Isabel padres del Bautista; lo que demuestra que la elaboración apócrifa aun pudiéndose considerar original tiene mucho de copia.

Iconográficamente el tema tiene varias escenas que, por ser las más importantes, fueron las elegidas para ser representadas por los artistas plásticos: La ofrenda de Joaquín rechazada por Ruben; Joaquín en su retiro entre los pastores; El anunció de Gabriel a Joaquín y/o a Ana y, finalmente, El encuentro en la Puerta Dorada. Normalmente estas escenas se presentan de forma individual aunque los autores, a veces, quizás por economía, unifican escenas y en un solo lienzo podemos ver varias escenas, narrando una de ellas en primer plano, distinguiéndose el resto en la lejanía y de forma graduada. 

Contra lo que pudiera parecer, los autores, no representan igual las escenas, pudiendo encontrarse diferencias, en ocasiones no justificadas por los textos; pudiendo atribuirlas a licencias del autor que introduce así su visión personal del relato.

La ofrenda de Joaquín, suele ser una escena individual en la que podemos ver cómo Ruben el escriba, le expulsa del tempo con su ofrenda; ofrenda que pueden ser una monedas o bien un cordero que lleva en brazos un criado o el propio Joaquín. La expulsión puede ser violenta, hasta llegar a rodar por los peldaños de la escalera pero, normalmente, el padre de la Virgen se retira dignamente, aunque afligido, cubriéndose el rostro con sus manos, mientras el criado le sigue con la ofrenda. La representación del templo también es variada, pudiendo consistir en un sencillo habitáculo  o en un espectacular templo realizado en una arquitectura marcadamente renacentista acorde con la época en la que se realiza la representación plástica. Aunque el Protoevangelio de Santiago habla sólo <del sobrante> y el Ps Mateo menciona una ofrenda de <incienso>. El Libro sobre la Natividad de María no habla de Ruben, sino del sacerdote Isacar, siendo éste quien menosprecia los presentes de Joaquín y lo expulsa del templo. 

 

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El retiro de Joaquín entre los pastores normalmente mezclado con el anunció que Gabriel le hace sobre su próxima descendencia suele ser confundido con el anunció del nacimiento de Cristo a los pastores al presentar muchas similitudes, siendo a veces el contexto en el que se presenta lo que nos permite atribuirle un significado u otro. Esta escena aparece con frecuencia junto con la escena en la que  Gabriel se le aparece a Ana, la madre de la Virgen quien aparece a veces acompañada de su criada, situándose la escena normalmente en el interior de la casa o en el jardín siguiendo el texto el Protoevangelio de Santiago donde se expresa que: Ana, aunque afligida en extremo, se despojó de sus vestidos luctuosos, se hizo el tocado, tomó sus vestidos de boda y sobre la hora nona bajó al jardín a pasear. Allí vio un laurel, se sentó a su sombra y oró al Señor diciendo: ¡Oh Dios de nuestros padres!, óyeme  y bendíceme a mí de la manera que bendijiste el seno de Sara dándole como hijo a Isaac”. Y tras una serie de lamentos en los que expresa todo su dolor sucedió que: “Y he aquí que se presentó un ángel de Dios, diciéndole: <Ana, Ana, el Señor ha escuchado tu ruego: concebirás y darás a luz y de tu prole se hablará en todo el mundo>”. El Evangelio de Ps Mateo también coincide en que Ana está en el jardín de su casa: “Y estando en el jardín de su casa, sumida en amargo llanto, elevó sus ojos al cielo […]

 

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En el caso de Joaquín el Protoevangelio de Santiago habla de un descenso diciendo: “un ángel de Dios ha descendido hasta él […]”; pero el Ps Mateo menciona un encuentro o aparición: “Por aquel mismo tiempo apareció un joven entre las montañas donde Joaquín apacentaba sus rebaños y dijo a éste […]” los autores varían también el planteamiento de la presentación del ángel acomodándolo a sus necesidades ya sean estas espaciales o plásticas.

La escena más interesante del relato es, sin duda, el encuentro en la Puerta Dorada, ya que en ella se produce la concepción de la Virgen y que será motivo de controversia y justificara el reconocimiento de la Inmaculada Concepción que será declarado dogma de fe por la Iglesia. Los textos no lo terminan de aclarar del todo la cuestión, pues en ocasiones hablan en futuro indicándole a Ana que concebirá, pero en otros Gabriel dice que ya ha concebido.

 

 

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Tradicionalmente se atribuye el momento de la concepción al encuentro entre Ana y Joaquín y al beso con el que sellan su reconciliación; momento que no siempre está expresado ni representado de igual forma, cambiando en ocasiones los términos; de forma que el beso no es explícito más que en contadas ocasiones, quizás la más clara de ellas es la representación que Giotto di Bondone hace de la escena en los frescos de la Arena de Verona. 

 

 

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A partir de aquí se inicia la vida de la Virgen: su nacimiento, su presentación en el Templo, su educación, su matrimonio, la Anunciación, etc. todas ellas escenas que iremos describiendo en próximos capítulos intentando plasmarlas tal y cómo los textos las relatan apreciando, al mismo tiempo, las similitudes o diferencias que su representación plástica ha ido introduciendo, ya fuera por las licencias de sus autores o la diferencia de fuentes en las que se inspiraron.