El Abanico en España: II. El Siglo XVII. Por: Virginia Seguí Collar.
En este segundo capitulo sobre El Abanico en España, Virginia Seguí hace un repaso a los distintos escritores, pintores y creadores de abanicos que en este país fueron introduciendo un objeto entonces novedoso y hoy tan popular.
El Abanico En España: II. El Siglo XVII. Por Virginia Seguí Collar.
En general los expertos están de acuerdo en afirmar que el uso del abanico se generalizó durante el siglo XVII en toda Europa, y las obras de artistas y grabadores nos permiten comprobarlo; esto es lo que sucede con las del francés Abrahan Bosse (1602-1676), especialista en escenas de la vida cotidiana parisina, quien en su grabado El baile perteneciente a la serie de Bodas de la ciudad, incluye el abanico como un elemento de uso habitual entre las mujeres parisinas de la época ya que podemos verlo en la mano de muchas de ellas (Fig.1) o en su grabado El bazar del Louvre en el que pueden apreciarse expuestos a la venta diversos tipos de abanicos (Fig.2) y el checoslovaco Wenceslaus Hollar (1607-1677) realizó diversas colecciones de grabados en las que representaba a mujeres de diferentes nacionalidades, italianas, inglesas, españolas, etc., siguiendo las modas del momento en las que se aprecia que el abanico es un objeto mas del adorno femenino. (Fig.3-4)
( Fig. 1. El Baile. Bosse. 1633) ( Fig. 2. Bazar Louvre. Bosse. 1640)
( Fig. 3. Mujer itálica. Hollar)
( Fig. 4. Mujer Noble Española. Hollar)
El problema español estriba en establecer la existencia de talleres de fabricación de abanicos en suelo nacional, ya que está fuera de toda duda que las damas españolas, en esta época, lo utilizaban siendo un elemento no solo habitual, sino esencial, de su indumentaria; pero, claro, muy bien pudiera suceder que los abanicos usados fueran originarios de otros países, y de hecho, en muchos casos, esto era lo que realmente ocurría; como demuestran muchas de las colecciones particulares o las reales, muchas de ellas hoy públicas, que se exponen en algunos museos españoles; aunque sí es cierto que los ejemplares del siglo XVII son escasos; un ejemplo, aunque tardío, es el abanico conservado en el Museo Municipal de Madrid denominado de Las Ciencias y las Artes, uno de los mas valiosos de su colección, fechado en 1690-1700 y de procedencia italiana. Elaborado con país en cabritilla y varillas de carey; la escena que podemos admirar en su anverso, se inscribe en un amplio escenario clásico que intenta representar una Academia al estilo de la Escuela de Atenas rafaeliana; en el que se encuadran personajes, motivos ornamentales y alegorías de las diferentes artes y ciencias (Fig.5).
Muy bien podemos pensar que las damas de la aristocracia y de las clases sociales de mayor poder adquisitivo consideraban la procedencia italiana o francesa del abanico, como un signo de distinción más de su categoría social; sintiendo especial atracción por los de diseño más exclusivo, o bien los realizados por pintores famosos, además de los realizados con materiales preciosos, todo lo cual convertía al abanico en un objeto suntuario.
( Fig. 5. Las Artes y las Ciencias. 1690-1700)
Muy bien podemos pensar que las damas de la aristocracia y de las clases sociales de mayor poder adquisitivo consideraban la procedencia italiana o francesa del abanico, como un signo de distinción más de su categoría social; sintiendo especial atracción por los de diseño más exclusivo, o bien los realizados por pintores famosos, además de los realizados con materiales preciosos, todo lo cual convertía al abanico en un objeto suntuario.
Posiblemente los artistas y artesanos españoles, dedicados a la fabricación de abanicos, intentarían cubrir esa demanda elitista de abanicos; pero lo que finalmente les interesaba era fomentar y extender su uso entre las capas sociales de menor poder adquisitivo; quizás cualitativamente inferiores pero, sin duda, de mucho mayor peso cuantitativo. Observarían que en las partidas de abanicos importados, que entraban en la península, por los puertos del Levante español, llegaban abanicos de todas clases, algunos de ellos asequibles ya a estos grupos sociales; por ello, dándose cuenta de las posibilidades de comercialización del producto, se plantearían cubrir también esa demanda ellos mismos; lo que pasaba por un abaratamiento de los costes para ajustar el producto a las posibilidades reales del grupo social al que iban a estar destinados. El hecho mismo de que su fabricación se realizara en España era ya algo que favorecería esta circunstancia; pero no era suficiente; debían, además, buscar materiales de menor coste económico sin que ello significara una merma en su calidad material y artística para mantener su atractivo entre las damas de toda condición. No hay que olvidar que así el objeto añadiría a su cualidad innata de utilidad el valor añadido de la belleza. Es difícil decidir cuál de estas dos características le confiere mayor poder de seducción; quizás habría que plantearse la gran diversidad del género humano para contestar a esta pregunta, es decir cada persona, generalmente mujer, busca en el abanico, además de utilidad, aquello que mejor la complementa o que mejor suple carencias y que mejor se ajusta a su personalidad; lo que en cada momento y ocasión le resulta más necesario; y asombra comprobar cómo, en la mayoría de los casos, el objeto cumple su función; de ahí su capacidad de expansión; ya que a la discreción, que puede ser una de sus mejores cualidades, se le une su reconocimiento como objeto complementario a la vestimenta femenina; puede ser algo que te permita pasar desapercibida o, por el contrario, destacar por tu modernidad o, incluso, por tu extravagancia; a la vez que te defiende del calor ambiental y te refresca con un simple y rítmico movimiento de muñeca, para también, y quizás juguetonamente, dadas su capacidades de comunicación, coquetear con tus pretendientes. Algo de todo lo dicho creemos puede apreciarse, o al menos intuirse, en el retrato que Alexander Roslin hace a su hija Maria Susana en 1763 en el cuadro conocido bajo el título de La muchacha con velo. (Fig.6)
( Fig. 6. Roslin. Muchacha con Velo. 1763)
Gracias a los estudios de Ezquerra del Bayo sobre el tema tenemos algún conocimiento más sobre el tema y de la existencia de abanicos en España durante el siglo XVII; en ellos recoge fuentes documentales básicas que así lo demuestran, y aunque se intuye que, en general se trata de abanicos importados también se mencionan algunos datos sobre artesanos españoles. El Archivo de la Casa Real contiene un albarán en el que se recoge haberse recibido, el 24 de octubre de 1624: <por maestro de hacer abanicos para la reina a Miguel Pinto […] sin gozar de gajes ni de otra cosa y con la condición de entregarlos en casa del joyero para que los pusiese en sus cuentas, debiendo darlos un real menos, cada uno de lo que costasen en las demás tiendas y habiéndole concedido licencia para poner en la suya las armas reales.>; también hay constancia de nombramientos de abaniqueras de: <Dª Mariana de la Estrella, mujer del Licenciado Blas Dorante de Salazar, Relator de la Cárcel Real de esta Corte, que de soltera perteneció a la cámara de Dª Margarita de Austria, tenía la ocupación de aderezar los abanicos de S. M.>; aunque según Ezquerra esta dama y otras, también mencionadas, eran además mozas de retrete o camaristas encargadas de planchar y abrir las enormes gorgueras que estaban de moda en la Corte de Felipe III. El retrato que Rubens realiza a la Infanta Isabel Clara Eugenia, quien sostiene en sus manos un pequeño abanico posiblemente de origen asiático, obtenido con toda probabilidad a través del potente y floreciente comercio holandés con la zona, ilustra lo dicho. (Fig.7)
(Fig. 7. Infanta Isabel Clara Eugenia. Rubens)
La literatura de la época también recoge datos sobre el uso del abanico, Lope de Vega en su Dorotea, comedia publicada en 1632, introduce una mención expresa en uno de los diálogos finales que la protagonista mantiene con Celia, su doncella, cuando ésta última comenta algunos de sus quehaceres cotidianos: <Mas así Dios te guarde, que los quememos juntos, que tengo que almidonar tres o cuatro abanicos de cadeneta y me reñirá tu madre>.
Durante el reinado de Felipe IV (1605-1665) España vivió una época distendida, en 1615 se casó con Isabel de Borbón hija de Enrique IV y María de Médicis, introductora en la corte francesa del uso del abanico, muy acostumbrada al uso del abanico y a su posesión como complemento habitual de su indumentaria (Fig.8). En esta época, y fomentado desde las altas esferas del poder político, se favoreció la organización de festejos y mascaradas, apoyando la afición a los juegos públicos, como la cucaña, con los que el pueblo se divertía; eran frecuentes las representaciones teatrales y espectáculos que se realizaban en plazas públicas o corrales de comedias; siendo algo normal la asistencia de la familia real y la corte en general; que no tenían demasiado inconveniente en mezclarse con las clases sociales populares; se realizaban bailes, saraos, cenas o cualquier otro divertimento que pudiese organizarse en cuento se juntara un número de gente medianamente aceptable; la cuestión es que el abanico comenzaba a ser un objeto de uso frecuente no solo entre las damas de la Corte sino también entre actrices famosas como María Calderón, Bárbara Coronel o Josefa Vaca y otras jóvenes del pueblo llano; y sin duda, este uso se vio favorecido por la realización de todas estas actividades festivas; según se aprecia en algunas representaciones pictóricas de la época como atestigua La dama con abanico de Diego Velázquez. (Fig.9)
( Fig. 8. Isabel de Borbón. 1ª mujer de Felipe IV) ( fig. 9. Dama con Abanico. Velazquez)
La segunda esposa de Felipe IV; Doña Mariana de Austria tuvo como abaniquero y talquero a Antonio Paiba, nombrado como tal en 1656, por el mayordomo real de la reina el Conde de Altamira, su apellido nos permite intuir su ascendencia portuguesa; la reina, era una enamorada del abanico, como vemos en el cuadro de Carreño lo usa incluso en momentos en los que podríamos considerarlo inapropiado, si lo vemos como un objeto que implique cierta frivolidad, aunque la indumentaria de la reina viuda parece contradecir esto intuyendo que su uso se centra, más bien, en características más refrescantes. (Fig.10)
( Fig. 10. Dña Mariana de Austria. Carreño)
Eugenio Larruga, en sus estudios sobre la Junta de Comercio, habla de maestros abaniqueros españoles anteriores al siglo XVII pero sus datos son imprecisos; José Gestoso en su obra Ensayo de un Diccionario de los artífices que florecieron en Sevilla desde el siglo XIII al XVIII menciona a Carlos Arocha, Alonso de Ochoa y a José Páez; y a Juan García de la Rosa que aprendía el oficio en el taller de Juan Sánchez Cabezas hacia 1663, pasando después a ejercerlo con Francisco Álvarez Borja y Jerónimo García. Un tal Duarte de Pinto aparece como pintor en 1625; aunque el artífice español de abanicos de mayor prestigio de este siglo es, sin duda, Juan Cano de Arévalo cuya calidad le permite figurar incluido en la obra de Antonio Palomino sobre las vidas de pintores y escultores españoles más famosos del momento.
El Archivo de la Villa de Madrid conserva un documento, fechado el 20 de junio de 1693, interesante para el tema: la petición por parte de Juan Sanjurjo, en su propio nombre y en el de otros varios artesanos abaniqueros para formar un Gremio; se mencionan sus actividades, entre las que se citan que <son maestros en hacer varillas de abanicos assí de concha, hueso, Marfil, como de cualquier Genero de madera>; aunque parece ser que la petición no prosperó. Quizás esta solicitud estaba inspirada en lo que había sucedido en la corte francesa de Luis XIV (1643-1715) quien en 1678 había aceptado una petición similar habiéndose creado así el Gremio de maestros abaniqueros; los artífices inscritos en él podían realizar abanicos, salvo las monturas que quedaban reservadas a los peinadores, tabletiers y orfebres; paralelamente por parte de la Academia Real de Pintura y Escultura se elaboraron unos estatutos que fijaban las reglas a seguir por los pintores de abanicos para los que quedaba prohibido realizar frescos históricos y retratos, quedando limitada su actividad a la realización de escenas históricas, bíblicas, mitológicas, alegóricas, teatrales o de género; siendo, por tanto, frecuente encontrar en los abanicos los mismos temas utilizados en la decoración de porcelanas, telas y otros objetos de ornamentación general, más apropiados para estos objetos artísticos incluidos en lo que ha venido en denominarse: las Artes Decorativas.
Todo esto indica que durante el siglo XVII el abanico comienza a popularizarse en España, ya que el aumento del número de artesanos y artistas dedicados a su fabricación es significativo; aunque todavía no se consiga que el Estado fije un ámbito legal en el que puedan crear sus talleres y/o industrias para acometer la necesaria, y lógica, organización del trabajo, aunando en ellos los procesos de creación de los diferentes elementos para ir avanzando en los sistemas de producción; habrá que esperar a la centuria siguiente para que esto cambie y se produzca su despegue; pues serán los Borbones quienes con su política de desarrollo y fomento de las Manufacturas nacionales favorecerán la creación de fábricas en las que será posible que la elaboración del abanico alcance ciertas cotas de industrialización; pudiendo así conseguir un producto netamente español que triunfará en todos los estratos sociales y que, sin duda, conduce a la popularizacion y democratización del abanico.
q exelente espacio e buscado en toda la web sobre el siglo 17 y la mayoria estaba errado es lo mas completo y certero q e encontrado. estoy estudiando diseño de modas y seria mejor q lo completaran un poco mas!! gracias y felicidades
Me encanta todo lo que hable de antigüedad y de monarquías europeas.
estan muy bonitas las pinturas. gracias me ayudaron con mi tarea.
Estoy trabajando en un pequeño libro sobre el abanico y me ha encantado el trabajo de Virginia Seguí. Es un artículo excelente y desconozco si lo tiene ampliado a siglos posteriores. Me gustaría gozar de su lectura. Reciban mi felicitación por su revista y a Virginia Seguí por su trabajo.