PARIS-AUSTERLITZ, DE RAFAEL CHIRBES. Por : Carmen Peire.

 

NH555_Paris-Austerlitz.inddCon el libro recién terminado, antes de que las sensaciones que me cubren se evaporen en la rutina, escribo estas palabras. Ya no habrá más libros de Rafa Chirbes, vendrán recopilaciones, apuntes de su extenso diario, pero ya nada entregado por él, cerrado, dispuesto para el lector, con su placet para la publicación. ¡Qué vértigo pensarlo! Y como despedida, una historia de amor. El último libro. Libro de muerte. Chirbes abierto en canal. Duro. Desgarrador. Prosa arrebatadora, sobre el mundo, la sociedad, la lucha de clases. Todo eso sigue estando en su última novela, sin concesiones. Y a la vez, es una novela más íntima, donde hay mucho de él, donde el autor y el narrador se simbiotizan, un alter ego, o alguien muy, muy cercano a él, o alguien con el que el propio autor se identifica. Da igual. Es el último Chirbes.  (Carmen Peire).

PARIS-AUSTERLITZ, DE RAFAEL CHIRBES. Por : Carmen Peire.

 

Un libro sin concesiones ni componendas, sello de la casa, pero esta vez en el terreno de los sentimientos.

El argumento, una historia de amor en París, sí, eso es, no importa la orientación sexual, cuando aún no se había descubierto un tratamiento y cuando la enfermedad  de la que escribe era aún estigmática y vergonzante. Empezada en 1996 y finalizada en 2015.  Y me pregunto ¿por qué tantos años sin publicarla? ¿Qué impacto y revulsivo hubiera producido de haber sido publicada en 1996, cuando podría haber sido más transgresora? En cambio, ha dejado paso al sentimiento. De forma consciente. Han pasado veinte años en la aceptación de costumbres homosexuales desde que comenzó su escritura, se dice pronto. Pero conociendo el perfeccionismo de Chirbes, ha debido pasarse veinte años puliendo, matizando, quitando y poniendo para no caer en el cliché, para que no fuera una historia de amor al uso, sino visceral, testamentaria. La vulnerabilidad del escritor, tan presente  en esta novela.

Lo mejor, las descripciones de la vida de Michel, esa clase proletaria y baja, con una madre prostituida en la guerra para sobrevivir, un padre ausente y un padrastro maltratador, un personaje de una humanidad desgarradora y absorbente que, en el momento final de su muerte, le clava las uñas a su ex amante, vuelve a llorar sobre él pese a su inmensidad humana y le dice que le saque de allí, que no le deje solo,  y él se zafa, se desprende con violencia aunque las palabras sean suaves y falsas, la falsedad de la mentira piadosa sabiendo que todo se acaba. El amor y la vida.

Todo lo demás, sin medias tintas en los sentimientos, sin definir el amor o lo que siente, pensando en los sentimientos-componendas que ensucian el placer,  el cariño o la compañía, donde la complicidad no existe, solo la conveniencia mutua durante el tiempo que dura, donde la posesión aparece como lo que es, sin contemplaciones y con todo su rechazo cuando se convierten en sentimientos hipócritas tan asentados en la sociedad que justo el que más participa de todos ellos es, precisamente, el de la extracción social más humilde, Michel.

Sobre esto, frases que dejan traslucir las sombras chirbescas en todo su esplendor:

“A todos nos desquicia el misterioso comportamiento del mal, su ferocidad. A todos nos asusta.”

“…Que te excite la pobreza ajena, descubrir un rescoldo de la energía subyacente donde se ha consumado la derrota y querer sorberlo, apropiarse de ese fulgor: una caridad corrompida.”

“Michel era uno de ellos. Cada uno sabe dónde está el otro y a qué se dedica, me decía las primeras veces que me llevó allí, al poco tiempo de conocernos. A ti te parece poco elegante el ambiente, y hasta peligroso, je, te acojonas… pero es mi mundo. De uno que es como tú no temes nada, ni abusas, sabes protegerte de él, y en cierto modo lo proteges: te lo tiras y ya está…”

”…Empecé a ver a Michel como un ser atrapado que pretendía meterme con él en una jaula. Cuando, tendido en la cama del hospital, alargaba la mano para tocarme y me miraba con ansia, aún me parecía descubrir en él la descabellada aspiración que leemos en los cuentos de terror, en las novelas románticas y en las fantasmagorías que les gustaban a los surrealistas: deseo de amor que perdura más allá de la muerte”

También nos presenta una ciudad, París, nada tópica, en la que destaca la parte sórdida y pobre, la que no aparece en las guías turísticas, la que nadie ve en la llamada ciudad de la luz, esa luz que él define como gris casi todo el tiempo. Así, su relación con Michel le presenta otra ciudad:

“Cambió mi relación con la ciudad que, hasta poco antes, me pareció bella –ah, ninguna en el mundo como París-, y de la que había esperado tantas cosas. Como en esas escrituras trazadas con tinta simpática que se revelan por efecto de un reactivo, ahora no podía moverme por París sin que se me apareciese una ciudad paralela, que para buena parte de sus habitantes y para los turistas resulta invisible, laberinto de comisarías, juzgados, instituciones de caridad, hospitales públicos y morgues (sin contar las hectáreas de cementerios y los kilómetros de cloacas y catacumbas que horadan el subsuelo). Detectaba por todas partes los depósitos del dolor y la miseria humana…. A través de él se abría una de las puertas de acceso a la sombría ciudad paralela a la que alguien me había arrastrado…”

“El conjunto resultaba, además de inquietante, sórdido: el viejo y descuidado portal con restos de basura esparcidos por los rincones, la frágil luz que caía sobre la escena desde las lamparillas adosadas a la pared, las voces, a la vez desabridas y cautelosas.”

Y veamos un párrafo sublime sobre el amor, o su imposibilidad o la dificultad de llegar a él, cuando es un sentimiento anclado en algo falso:

”El loco amor de los poetas surrealistas y la realidad miserable de cualquier pareja, con su egoísta estrechez de miras: tú y yo, mi vida, aquí estamos tan ricamente, y que se hunda el mundo, que a nosotros nos da lo mismo mientras permanezcamos uno junto a otro: el amor, sentimiento tantas veces paralizante, pesimista (contigo o muerto, contigo aunque sea muerto; contigo hasta la muerte) y sucio.”.

Amor paralizante, pesimista, sucio… ciudades grises, obreros, madres que hacen lo que pueden por sobrevivir, estructura narrativa sencilla, novela corta, en las antípodas de sus últimas novelas sociales, acaso engarzando con la temática de Mimoun, su primera novela,  o con la estructura temporal de La Buena Letra.

Solo puedo recomendar que, por favor, lean París-Austerlitz. Quizá yo no hubiera puesto en el título ese guión y sí una coma. Es lo único que cambiaría de este libro. Para los que no hayan leído a Chirbes, es una forma muy buena de acercarse a él. Para sus lectores asiduos, sé que lo leerán y encontrarán en él al gran escritor que es, y les entrará  después la desolación, como me ha entrado a mí, de saber que es el último. ¿Quién nos contará a partir de ahora lo que pasa y de qué estamos hechos los humanos?…