La Crisis económica y los recortes en Cultura.Por. Amando Carabias.

Si no estuvieran famélicas las vacas de estas calendas, cuando mis letras les sonrían en las pantallas de su receptor, leerían un artículo sobre Titirimundi con la idea de que ustedes vinieran a Segovia a disfrutar de algunas de las actuaciones del Festival Internacional de Títeres. Sin embargo, este año los recortes presupuestarios que las instituciones y otros patrocinadores se han realizado, han reducido el número de jornadas del festival.

( Amando Carabias)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La Crisis Económica y los Recortes en Cultura. Por : Amando Carabias María.

 

 Aún así, y por si alguien lee estas líneas en los primeros días de su publicación, tenga en cuenta que las representaciones van desde el siete de mayo hasta el día trece. Pero hay más problemas pecuniarios en el ámbito de la cultura.

José Emilio Pacheco en su discurso con motivo de la recepción del Premio Cervantes el pasado veintitrés de abril, afirmó que los escritores forman parte de una orden mendicante. Y que esta situación de pobreza se puede ver agudizada por la aparición de internet. Ilustró tal afirmación asegurando que, a pesar del notabilísimo éxito que ya en vida tuvo el Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, el autor no pudo evitar vivir en la penuria. Al hilo de esto explicó que desde la época del emperador Augusto, en que se establecieron los emolumentos que debían recibir las personas que intervenían en la elaboración de un libro, el único eslabón de la cadena que no tenía fijado estipendio alguno era el primero, o sea el autor.

Basten estos dos ejemplos como ilustración del asunto: la crisis también acucia al entorno artístico.

Dependiendo del ángulo que se escoja, uno dirá que el mundo de la cultura casi siempre ha estado en crisis, o siempre se ha quejado de estar en crisis. En particular la jeremiada del gremio de escritores suele ser unánime y continua, y lo malo es que no existe motivo para contradecir tanto llanto, tan crujir de huesos, tanto rechinar de dientes…

Hablaba no hace mucho con un amigo (que entre otras múltiples actividades se dedica a editar libros) que no conocía a ningún escritor español que viviera de los ingresos que generan sus obras. De lo cual deduje dos cosas, la primera y más evidente, que no conoce a los que ustedes y yo pensamos (cuidado, no alarguen mucho su elenco, más allá de media docena es una notable exageración por su parte, e incluso quizá nos dejemos arrastrar por las apariencias si ponemos seis nombres en la lista) y segunda, los escritores (incluso algún escribidor que me conozco) debemos tener tendencia hacia cierto tipo de masoquismo, puesto que a pesar de las evidencias tan contundentes y contumaces, continuamos erre que erre en la tarea, no ya de escribir, que es algo inevitable, como respirar, sino empeñados en que se nos publique y se nos lea y vivamos de todo ello.

Ahora que la crisis acecha hasta a los supermercados, la quejas del gremio cultural son tenidas por los gestores de los erarios públicos como sollozos de parlanchines, que no se dan cuenta de lo funesta que es la situación, y que no son solidarios con el resto de la población, pues el dinero público no está para dilapidarlo en lujos y francachelas de cuatro caprichosos que no tienen mejor cosa que hacer en esta vida.

La cultura en general y la literatura en particular son sinónimo de superfluo, de lujo. Por algún motivo que uno no termina de comprender del todo, o lo comprende muy bien pero se ahorra ciertos comentarios al respecto, la cultura, si no es rentable en términos monetarios (nótese que no empleo el término económico, sino monetario), es anatematizada, y sin ningún rubor se apela a semejante circunstancia, del mismo modo que, si los medimos en los mismos términos, se justifican otros gastos o inversiones en asuntos tan deficitarios como el cultural. Pero en otros ámbitos (que no citaré para que cada uno ponga el ejemplo que estime oportuno y porque probablemente los sectores que reciben esta ayuda también la necesiten), rápidamente el político, encargado por todos de la gestión del dinero común, extrae de su maletín de curas el termómetro de urgencia y usa baremos de toda laya económica (esta vez sí) que en muchos casos incluyen el futuro como un activo más en esa valoración.

En un artículo aparecido en El País el pasado veinticuatro de abril, Vicente Verdú aplicaba el símil futbolístico a esta situación de crisis en la que nos debatimos, como peces a punto de morir asfixiados por falta de agua, o por estar el agua emponzoñada y sin suficiente oxígeno, que no se sabe muy bien a qué se debe esta crisis. Venía a decir que no porque se aplique el juego directo, la idea vertical, se ataja mejor la crisis. Quizá sea necesario buscar o inventar, encontrar, en fin, una vía distinta a la evidente, porque a pesar de lo que digan las matemáticas, algunas veces la línea recta no es el camino más corto, no porque no sea el más corto, sino porque así es imposible llegar.

Recortar en cultura, como se ha hecho con Titirimundi, y mucho más grave es el recorte si buena parte de la propuesta de este festival tiene como primer destinatario al público infantil, es demostrar ceguera e incapacidad, es pensar en lo aparente, que no siempre es lo real, es ausencia de una verdadera estrategia económica, que se sustituye por meras decisiones monetaristas. La consigna es reducir gasto público. El primer recorte se practica en el ámbito cultural y artístico.

Siempre habrá alguien que diga que estas palabras obedecen a una visión parcial e interesada. Y tendrá razón, no lo negaré. Efectivamente se trata de una visión parcial e interesada. Parcial porque es la mía e interesada porque me interesa que las generaciones actuales, empezando por mí mismo, y las que nos preceden y las que nos sigan, sean generaciones de mujeres y hombres formados en valores, en sentimientos, en imaginación, en trabajo, en constancia, en belleza, en miradas abiertas a otras sensibilidades además de la propia, en respeto a otras culturas y a otros valores. Y Titirimundi, ya que he enfocado estas letras con este festival aupado al escenario que es Segovia, representa eso y mucho más. Y mucho más porque la mayoría de sus montajes tienen como primer destinatario la mirada aún limpia de los niños que va a absorber cada uno de los detalles y lo va a incorporar a sus propios valores, casi subconscientes.

Quizá haya que decir alto y claro que lo urgente es enemigo de lo necesario.

Quizá sea necesario que alguien distribuya el balón con paciencia, buscando el espacio libre, ese hueco que nadie ha encontrado hasta la fecha, porque en ese lugar imposible aún, pero real, aparecerá el delantero que alojará el balón dentro de la portería. En el Real Madrid hay un solo jugador que sea capaz de tal hazaña. En el Fútbol Club Barcelona, dos. Entre nuestros políticos todavía no hay ninguno, al menos que se sepa, quizá estén en las categorías inferiores y hayan sido espectadores de Titirimundi.

Pueden encontrar más datos en la página oficial del Festival.