El Festival Internacional de Música, de Segovia. Por: Amando Carabias.

Desde hace treinta y cinco años esta ciudad organiza y celebra su Festival Internacional que nació al hilo del certamen más veterano, La Semana de Música de Cámara, que este año celebra su cuadragésimo primera edición.

Como su nombre señala, La Semana de Música de Cámara hace referencia a un certamen de espacios pequeños, de música con pocos instrumentos. Algo íntimo y que rima con especial belleza en una ciudad recoleta y reducida. Y que probablemente le ha salvado de la ira de los tiempos que corren.

Y como si algo faltara, como último fruto de ambas, hace quince años nació el Festival Joven. ( Amando Carabias )

 

 

 

 

 

 

 

 

El Festival Internacional de Música de Segovia. Por: Amando Carabias.

 

 

 

 

 

Aunque aún en Segovia nos ataque el relente, y quizá se desmorone el mercurio de los termómetros, estamos en el instante en que disfrutar de la noche se puede hacer en las propias calles, terrazas, patios o jardines.

En el verano, como si produjera una avalancha de vida, la ciudad varía su fisonomía y se torna urbe cosmopolita, acogedora y repleta de convocatorias de carácter cultural. Sin duda de ninguna clase la protagonista es la música. Toda esta actividad musical se desarrolla casi como un todo continuo, como en una rueda que no parase de girar, en torno a tres pivotes: El Festival Internacional, La Semana de Música de Cámara y el Festival Joven.

Desde hace treinta y cinco años esta ciudad organiza y celebra su Festival Internacional que nació al hilo del certamen más veterano, La Semana de Música de Cámara, que este año celebra su cuadragésimo primera edición.

Como su nombre señala, La Semana de Música de Cámara hace referencia a un certamen de espacios pequeños, de música con pocos instrumentos. Algo íntimo y que rima con especial belleza en una ciudad recoleta y reducida. Y que probablemente le ha salvado de la ira de los tiempos que corren.

Y como si algo faltara, como último fruto de ambas, hace quince años nació el Festival Joven que, como su nombre indica, pretende dar a conocer a jóvenes músicos que inician su viaje en este proceloso mar y que ya descuellan en su labor.

Tuvo tiempos mejores el Festival Internacional. Épocas doradas en que estas tierras fueron visitadas por intérpretes primordiales en el mundo filarmónico. Años en que algunos o muchos de los músicos que participaban en Granada o Santander, también incluían en su gira española a Segovia. Primerísimas orquestas internacionales, directores o intérpretes de primer orden con un repertorio de lujo.

Sin embargo, tras diversos avatares que no vienen muy al caso y que rozan el esperpento valleinclanesco, por no hablar de la picaresca más rufianesca o del caínismo más caníbal, aquellos lujos dieron paso al festival que ahora conocemos, y que siendo muy digno y encomiable, no es más que un marco o una añadidura interesante a la Semana de Música de Cámara, que a pesar de los años se mantiene firme, casi espléndida.

 

A este punto es al que quería llegar en esta somera reflexión.

Como ya he indicado en algún otro artículo, en épocas de crisis como las que por desgracia vivimos y capeamos del modo en que podemos, la cultura es una de las primeras víctimas. La cultura casi siempre es deficitaria. En sí misma no genera beneficio crematístico. Muchas personas que trabajan en las administraciones (no nos engañemos son las administraciones quienes financian estas actividades ruinosas desde el punto de vista financiero), abogan porque cualquier actividad, institución o infraestructura cultural que soporten sobre sus hombros se entierre definitivamente, aunque el enfermo no haya muerto aún.

Sin ningún pudor.

Quien esto escribe ha escuchado, y no una vez ni dos, que, si la premisa es ahorrar, lo primero que hay que eliminar es un teatro, un premio de poesía, una certamen de bandas, una revista, un curso de pintores, una semana de música, un festival de títeres, un certamen de teatro… Quien esto escribe, tiene clara conciencia que en algunos casos, sólo el milagro y la entrada de algo de capital privado, salva o ha salvado manifestaciones como las citadas más arriba. El mecenazgo de antaño, ahora se denomina patrocinio, y gracias a ello, a la famosa y todopoderosa publicidad algunos eventos han salvado su continuidad.

Esto sin entrar en la flagrante contradicción que supone estar convencido que alguna de las actuaciones previstas en la Semana de Música de Cámara tendrán agotadas sus localidades en pocos días, muy pocos días, si es que no están ya agotadas a estas alturas. Las más costosas, pues el caché de los artistas es el más elevado.

Pero al buen catador de música, de belleza en general, no le tiene que arredrar el hecho al que me refiero. Todos los intérpretes que llegan hasta esta ciudad son de verdadera valía y la música que interpretan de calidad contrastada. Nombres como Bartok, Dvorak, Sarasate, Falla, Brahms, Piazolla, Haydn, Mozart, Beethoven, Monteverdi, Bach, Chopin, Schumann, Antonio Cabezón, Albéniz, Granados, Montsalvatge, Guastavino, Ovalle y León, son garantía suficiente, para disfrutar en el centro de este mes de las noches de esta tierra acunado por algunas de las mejores melodías escritas por el ser humano.

Como ya es tradicional, el patio de Armas del Alcázar (estandarte de la Semana de Música de Cámara), la iglesia de San Juan de los Caballeros, y la Catedral serán los tres escenarios para la celebración de los diferentes conciertos.

Y no querría concluir estas líneas sin referirme al Festival Joven.

Creo que se trata de una apuesta decidida y encomiable. Quizá alguno de ellos dentro de unos años no pueda ser contratado para actuar en la ciudad, dado que habrá alcanzado posiciones tan cimeras en el elenco de los intérpretes que una Fundación escasa de recursos no podrá afrontar sus emolumentos.

A los más valientes, a los mejores catadores, a los verdaderos amantes de la pureza de este arte les importará menos, porque quizá puedan decir que vieron a tal o cual violinista o pianista o guitarrista en alguna de las ediciones de este Festival.

En todo caso, y a pesar de los pesares, Julio, Segovia y buena música siguen siendo sinónimos…