Abelardo y Eloísa. Algo más que dos amantes. Por : Virginia Seguí
Abelardo y Eloísa son dos personajes históricos conocidos más por sus escandalosos amores que por cualquier otra circunstancia de sus vidas. La importancia de Abelardo como filósofo o teólogo ha quedado, excepto para los estudiosos, eclipsada por su condición de amante de Eloísa
Eloísa también es conocida por la misma circunstancia pues si estuviéramos hablando únicamente de una dama ilustrada de la época o incluso de la esposa de Abelardo su nombre ni siquiera hubiera llegado hasta nosotros, dada la invisibilidad que la historia de las mujeres ha tenido hasta hace relativamente poco tiempo.
A continuación el relato de sus amores…. y de sus vidas……
Por Virginia Seguí
Abelardo y Eloísa. Algo más que dos amantes. Por : Virginia Seguí.
Abelardo y Eloísa han pasado a la Historia, más por sus famosos y escandalosos amores, que por la importancia que las teorías de Abelardo pudieran tener en los campos de la filosofía o la teología; es más éstas han quedado en un segundo plano frente a su relación pasional. Su historia acaecida en el siglo XII, siempre fue conocida, pero con el movimiento romántico cobró gran protagonismo y éste, naturalmente, hacía hincapié sobre todo en la parte más azarosa del romance; sus cartas que ya tenían cierto predicamento, ante este nuevo interés, se popularizaron y fueron profusamente leídas junto con su historia fue estudiada y publicada cobrando gran relevancia; con el paso del tiempo el interés ha ido decayendo y hoy día su recuerdo, excepto para los interesados en el tema, ha quedado reducido a la popularidad de unos indeterminados amoríos; pocos conocen la verdadera historia y trascendencia que la cuestión tuvo para ellos condicionando el resto de sus vidas.
La importancia de la figura de Pedro Abelardo como filósofo y teólogo es una cuestión a debate, para unos fue un innovador y para otros no pasa de la mediocridad, aunque se le reconoce una cierta importancia respecto de algunas cuestiones, el filósofo considerado un peripatético medieval tenía el gran don de la elocuencia destacando sobre todo en la dialéctica; se da también cierta importancia a algunas de sus teorías sin concederle la trascendencia que algunos han querido atribuirle al considerarle el Descartes de su época o el predecesor de Rousseau, Lessing o Kant. Para estos últimos la filosofía medieval tiene otros nombres que no conviene olvidar tan significativos como los de Juan Escoto Erígena y, sobre todo, San Anselmo a los que consideran los verdaderos pilares de las innovaciones del pensamiento medieval.
Otro aspecto en el que se destaca su actividad es en la lírica considerándole uno de los grandes trovadores de la época, a lo que ayudó sin duda el episodio de sus amores con Eloísa. Al parecer era un gran poeta lírico y un excelente músico, de esta forma sus composiciones se hicieron famosas y populares; son canciones de tema amoroso aunque algunas de ellas fueran escritas mucho antes de su relación con Eloísa. Se cuenta que componía letra y música con el fin de que las pasiones que las animaban se comunicasen por dos sentidos; al decir de algunos, pronto se convirtieron en el entretenimiento de los literatos, las delicias de las mujeres o el idioma secreto de los amantes.
Pedro Abelardo nació, en el año 1079, en el seno de una familia noble de la Bretaña menor. Al servicio de Iboel IV Duque de Bretaña, su padre, Berenguer, controlaba la zona y sus posesiones desde su castillo feudal en la ciudad de Le Pallet, próxima a Nantes, como todos los señores de la época ejercía el oficio de las armas aunque había recibido cierta educación en su juventud y decidió no privar de ella a sus hijos. Pedro, el primogénito, seducido por las Letras y el estudio cedió sus derechos de progenitura sobre tierras y vasallos a su hermano menor y dedicó su vida al aprendizaje y posterior enseñanza de la Filosofía y de la Teología, única profesión liberal de la época. Pasando así a convertirse en Pedro Abelardo; nombre, éste último, tomado de la palabra Habelardus (abeja francesa), en recuerdo del escritor de la Antigüedad llamado Abeja Ática, y unió al estudio de los de San Agustín y de otros Padres de la Iglesia a algunos de clásicos como Cicerón. Anheloso del saber frecuentó escuelas y después de dominar el Trivium y el Quadrivium, y con veintiún años se dirigió a París donde se encontraban las más famosas escuelas de la época. Asistió a la escuela episcopal allí, en el claustro de Notre Dame, Guillermo de Champeaux impartía sus enseñanzas basadas en las teorías realistas de San Anselmo, distinguiéndose por la sutileza de su discurso y su elocuencia. Pronto él mismo impartía enseñanzas y a partir de 1102 lo hizo en Melum y Corbeil, adquiriendo gran fama pese a los enfrentamientos que tuvo con algunos de sus maestros. En 1113 le encontramos nuevamente en París enseñando la lógica peripatética, y planteaba doctrinas contrarias a las de su antiguos maestros el realista Guillermo de Champeaux y el nominalista Roscelin en cuestiones capitales de la Escolástica como Los Universales. También disintió de las enseñanzas de Anselmo de Laón. En 1118 conoció a Eloísa cuando sólo contaba 17 años.
Poco o nada sabemos de su familia, únicamente un nombre sin apellido ha llegado hasta nosotros, por lo que desconocemos su origen. Las crónicas dicen que nació en París y también que recibió una primera educación en el convento de Argenteuil, lo que permite intuir una cierto nivel económico familiar; allí recibiría, sin duda, una formación adecuada a su sexo y al papel que debía asumir cualquier mujer decente de la época: el de esposa y madre; aunque, al parecer, ella supo aprovechar bien el tiempo y las ocasiones dedicándose con ardor al estudio lo que la permitió adquirir la formación intelectual que le dio tanta fama como su singular belleza; siendo conocida en todo el reino por su talento e instrucción.
Lamartine en sus estudios sobre el tema incluye algunas de las descripciones de ella se hacían: “una joven de elevada estatura, cabeza oval ligeramente deprimida por la tensión del pensamiento hacia las sienes; una frente elevada y llana en donde la inteligencia se movía sin obstáculo, como un rayo cuya luz no quiebra ninguna esquina sobre un mármol; unos ojos grandes cuyo globo debía reflejar el color del cielo, una nariz pequeña y un poco elevada hacia la punta, tal como la modelaba la escultura, siguiendo á la naturaleza de las estatuas de las mujeres inmortalizadas por la celebridades del corazón; una boca en la que respiraban libremente, entre hermosísimos dientes, las sonrisas del talento y la ternura del alma.” Los historiadores de la época y el propio Abelardo dicen que en ella cautivaban sus ojos: “no tanto por su belleza, sino por su gracia, esa fisonomía del corazón que atrae y obliga a amar porque ella ama. Belleza suprema muy superior a la belleza que solo obliga á admirar”.
En 1118 se encontraba en París bajo la tutela de su tío, el canónigo Fulberto; los expertos mencionan la posibilidad de que incluso pudiera tratarse de su padre, quien conocedor de sus grandes dotes intelectuales y su inclinación al estudio consiguió para ella el mejor de los maestros posibles: Pedro Abelardo.
La obra escrita por el filósofo en 1135: Historia Calamitum o Epístola prima, es en realidad una especie de autobiografía, ya que en ella él mismo relata la historia de sus desventuras, en un intento de minimizar las desdichas de un amigo que se quejaba de las propias; lo que nos sirve para conocer los hechos de primera mano.
Recuerda que tras una estancia en su Bretaña natal, hacia 1118, regresó a París buscando retomar las enseñanzas de Guillermo de Champeaux, su primer maestro; y que fue entonces cuando conoció la fama que rodeaba a Eloísa; joven maravillosa conocida en todo el reino por su talento e instrucción que estaba al cuidado de su tío el canónigo Fulberto; quién sentía inmenso amor por ella y que conocedor de sus dotes le había permitido progresar en todas las ramas del saber.
Nos habla de ella como de una niña que no estaba mal físicamente, pero sobre todo de la gracia que a esto añadía su dominio en las ciencias literarias, don imponderable y extremadamente raro en una mujer.
Manifiesta claramente sus lascivas intenciones de seducción hacia ella, así como las artimañas de las que se sirvió para llevar a cabo sus planes. Deja claro, también, que en ese momento de su vida se encontraba dominado por la lujuria y la soberbia, y que la gracia divina finalmente le curó de ambas; de la primera al privarle de aquello con lo que la practicaba y de la segunda con la humillación sufrida por la cremación del libro en el que ponía su gloria.
Conocedor de las debilidades de Fulberto, la avaricia y su sobrina, urdió una trama para conseguir llegar hasta ella y enamorarla, se sabía famoso y atractivo para las mujeres por lo que no albergaba temor al rechazo; su primer paso fue acomodarse en su casa como huésped objetando cercanía a su cátedra y ofreciendo por ello una buena suma que excitara la avaricia del canónigo. Su otra debilidad casi no tuvo que despertarla pues no encontró dificultades en convencer al canónigo de la necesidad de profundizar en la esmerada educación de la joven; y su asombro no tuvo límites cuando Fulberto sin dar muestra de ninguna sospecha le permitió ejercer sobre ella su magisterio; siempre que le fuera posible, una vez terminada su tarea escolar, tanto de día como de noche y con total autoridad para reprenderla si la encontraba negligente.
De esta manera consiguió mantener un trato más familiar con Eloísa que propiciara sus conversaciones y facilitara su intimidad; de esta forma pronto los libros pasaron a un segundo plano y practicaron la ciencia del amor; los besos comenzaron a ser más frecuentes que las sentencias y pronto las manos del filósofo andaban más cerca de los senos de la joven que de los libros; para describir ¿qué pasó? Pedro Abelardo declara que primero convivieron bajo un mismo techo, para llegar después a convivir bajo una sola alma y parece que ningún grado del amor fue ajeno a los amantes y como eran novatos en ellos se esforzaban en practicar esos goces. Realmente no conocemos las verdaderas intenciones de Abelardo pero a juzgar por sus palabras la realidad es que acabó enamorado de ella. Además este hecho le causó ciertos problemas ya que, al parecer, según cuenta su amor por Eloísa le absorbía tanto que le hacía desatender sus ocupaciones, en las clases, le costaba concentrarse y sus alumnos lo notaban; su mente estaba más con su amada que en sus enseñanzas.
Poco después Fulberto, que tuvo más que alguna insinuación al respecto, se enteró de sus relaciones y los amantes tuvieron que separarse estrechándose, sin embargo, aún más sus corazones. Pronto conocieron que sus amores iban a dar su fruto, y Pedro Abelardo raptó a Eloísa llevándola a Bretaña a casa de su hermana donde nació Astrolabio. Las noticias sobre el niño son confusas, algunos indican que murió a edad temprana, aunque otros, como Mr. Héléfé en el Diccionario de Teología Católica indica que se hizo mayor profesando como religioso y llegando a ser abad del convento suizo de Hauterive.
El rapto de Eloísa colmó el vaso y Fulberto enloqueció no teniendo pábulo su dolor ni sus ansías de venganza. El filósofo comprendió que debía hacer algo para paliarlo y como reparación se ofreció a contraer matrimonio con Eloísa, aunque manifestó su deseo de que se mantuviera en secreto ya que pensaba que podía perjudicarle profesionalmente.
Contrariamente con lo que se supone debería pensar cualquier mujer en su sano juicio Eloísa no era partidaria de este matrimonio y al parecer así se lo expresó a su tío y a su amante y futuro esposo dando, con ello, pruebas de una heterodoxia impropia de una mujer; el texto de Abelardo reproduce el discurso en el que Eloísa exponía las razones que le llevaban a mantener esa postura.
Eloísa en su planteamiento deja claras varias cuestiones; su gran juicio que junto con su esmera educación la permiten elaborar un discurso organizado y lógico en el que introduce citas, teorías y referencias de personajes destacados en todas la ramas del saber desde la Antigüedad clásica que permiten apreciar el dominio que Eloísa tenía de sus obras y teorías.
Plantea desde el principio, y el tiempo demostrará que tiene razón en este juicio; que Fulberto, su tío, no va a ver calmada su sed de venganza con el mero hecho de que Abelardo se case con ella; por lo que su matrimonio no va a solucionar su situación. Por otro lado conoce también que su matrimonio perjudicaría profesionalmente a Abelardo y tampoco quiere que esto suceda, no quiere de ninguna manera ser un estorbo en la vida de Abelardo, no quiere privarle de la gloria, ya que ve a su amado como una mente privilegiada capaz de convertirse en el gran pensador de su tiempo; no quería deshonrarle y ser una carga para él. Cita los consejos que sobre el matrimonio da San Pablo en su primera Epístola a los Corintios: “Estás libre de mujer.. no quieras casarte..[…] Quiero que todos vosotros estéis sin preocupaciones”. Así pues San Pablo también consideraba que las mujeres perturbaban la tranquilidad de los hombres y eran una carga para ellos. La opinión contraria al matrimonio no era exclusiva de San Pablo, pues desde la Antigüedad sabios y filósofos habían dado su opinión en este sentido, Teofrasto de Ereso, peripatético sucesor de Aristóteles al frente de esta escuela opinaba que ningún sabio debía contraer matrimonio ya que éste creaba intolerantes molestias y continuas inquietudes; y el propio Cicerón repudió a Terencia y no quiso volver a casarse ya que no podía ocuparse al mismo tiempo de la esposa y de la filosofía. El argumento de Eloísa es que la vida de casado es una vida prosaica y los deberes que exige le impedirían dedicarse a lo que realmente le interesa la filosofía. Se pregunta si podría soportarla y recuerda a Séneca cuando escribe a Lucilo diciéndole: “No sólo cuando sobra el tiempo hay que dedicarse a la filosofía, sino que hay que desperdiciarlo todo para poder acostumbrarse a esto para lo cual ningún tiempo es demasiado grande.”
El mismo San Agustín en su obra La ciudad de Dios, recordaba cómo Pitágoras, fundador de la escuela itálica contestaba al ser preguntado por su profesión: “Filósofo, es decir amante de la sabiduría”. Apela a su condición de clérigo, indicando cómo los monjes habían asumido, en su época, la función de los filósofos; viviendo una vida retirada y admirable dedicada al estudio.
Eloísa añade a todas estas razones algunas que la conciernen directamente, piensa que para ella es peligroso regresar a París, y creía más decoroso para ella ser llamada amiga que esposa; ya que el lazo matrimonial la impediría discernir si Abelardo estaba junto ella más por un deber de esposo que por un amor de amante. Una vida en común, como matrimonio, podría acabar con su amor que, sin embargo, se mantendría vivo si los encuentros eran se hacían a intervalos haciendo sus gozos más henchidos y agradables.
Cuando a pesar de todos sus razonamientos y amén de haber podido pecar de vanidosa pues, con ellos, bien podría ser tenida por la propia Minerva, diosa de la Sabiduría: Eloísa comprende que no ha convencido a Abelardo quién está decidido a casarse sólo sabe decir refiriéndose a su inevitable matrimonio y casi a modo de premonición: “Una sola cosa resta, para que el dolor que siga a nuestra ruina sea mayor que el amor que la precedió”.
Tras el nacimiento de su hijo éste quedó bajo la tutela de su hermana y ellos regresaron a París donde, en presencia del canónico, contrajeron matrimonio. Abelardo consideraba con esto saldada la afrenta e insistió en mantener el matrimonio en secreto y, conforme a ello, tras la ceremonia cada uno, oculta y separadamente, se fue por su lado. Sin embargo para Fulberto, la situación no cambiaba; pues los amores del filósofo con su sobrina al no conocerse su matrimonio seguían siendo motivo de murmuración y el honor familiar continuaba en entredicho; por ello hacía correr la voz de que eran marido y mujer; ante esto Eloísa fiel a los deseos del filósofo lo negaba rotundamente, por lo que Fulberto comenzó a atormentarla con innumerables ultrajes.
Por ello Abelardo la llevó a la Abadía de Argenteuil de la que había alumna, haciendo parecer que había tomado los hábitos. Esto empeoró la situación pues creyeron que quería dejarla en el convento y desentenderse de ella.
Entonces fue cuando Fulberto comenzó a tramar la desgracia de Abelardo y con la ayuda de algunos amigos que sobornar a uno de los sirvientes del filósofo llevaron a cabo su venganza que tal como la expresa el propio Abelardo consistió en: “me castigaron con cruelísima y vergonzosísima venganza que recibió el mundo con estupor, amputándome aquellas partes de mi cuerpo con las que yo había cometido lo que ellos lloraban.”
Abelardo se sume en una profunda confusión pareciéndole, a veces, su dolor inferior a la vergüenza que siente ante el castigo recibido; ¿cómo podrá continuar con su vida y presentarse ante el mundo y ante Eloísa?; siendo además consciente de que la Ley de Dios prohíbe la entrada en la Iglesia de aquellos que hayan sufrido este tipo de amputaciones que son considerados inmundos y pestilentes. Poco después ambos tomaron los hábitos, Eloísa en Argenteuil y Abelardo en Saint Denis. Esto supuso largos años de separación y silencio. Hasta que en 1135, por casualidad, cayó en manos de Eloísa el manuscrito con donde Abelardo relataba sus desventuras; su lectura provocó en ella una gran conmoción y, desde luego, fue el detonante para que se decidiera a romper su silencio y a expresarle en sus cartas todo el amor y la pasión que sigue latiendo en ella; el comienzo de su primera carta así lo atestigua: “[…] que sólo hallé en ella una circunstanciada relación de nuestros trágicos sucesos. Conmoviose excesivamente mi espíritu y parecíame superfluo hablar allí (para consolar a tu amigo de alguna pequeña desgracia) de nuestros graves infortunios.”
El relato de Abelardo no se limitaba a contar sus desventuras en aspectos de su vida personal como pueden calificarse sus amores con ella y a las crueles consecuencias que estos tuvieron para ambos; sino que incluía un detallado informe sobre los enfrentamientos que había tenido y, todavía tenía, con algunos filósofos y teólogos de la Iglesia que habían tenido consecuencias muy negativas en su vida profesional y que, por ello agrandaban si cabe sus calamidades.
¿Qué puede hacer la realidad frente al deseo? Las cartas que intercambian los amantes, tras la lectura de Eloísa del manuscrito de Abelardo, demuestra lo dolorosa que la realidad resulta para ambos y cómo la sobrellevan habitando en la memoria; en este sentido la frase de Eloísa: <Me acuerdo (¿acaso se olvida algo a los amantes?) del instante y del sitio en que por primera vez me declaraste tu ternura, jurando amarme hasta morir. Tus palabras, tus promesas y juramentos, todo está grabado en mi corazón.>
Eloísa obedeció a Abelardo tomó los hábitos, se apartó del mundo tal cómo él deseaba, si no era de él sólo sería de Dios. En este sentido Abelardo reconoce que tras su mutilación no podía soportar la idea de que ella le olvidara y se consolara con cualquier otro; los celos le obligaron a pedirla no sólo a que se retirara de la vida mundana, sino a que tomara los hábitos y esperó a que ella lo hiciera para después hacer él lo mismo; las dudas de Abelardo sobre su fidelidad aún la mortifican ya que su amor es incondicional y se lo dice claramente: <Me he aborrecido a mí misma por mostrarte mi amor y he venido aquí a perderme por que vivas tranquilo>. Y así Eloísa vive para Abelardo fingiendo que vive para Dios.
Abelardo reconoce que su amor por ella también sigue vivo y llega incluso a decir que agradecería la crueldad de Fulberto si al menos cuando le puso en la imposibilidad de satisfacer su pasión, al menos le hubiera permitido dejar de amarla pero los deseos que no pueden contentarse son más violentos: <soy más culpable abrasándome por ti bajo del saco y de la ceniza consagrada a los altares, que lo era por los crímenes que me han acarreado mis desdichas>; reconociendo así que su pasión por ella es ahora incluso más ardiente que antes.
El deseo de Eloísa no se cumplirá, Abelardo moría en 1142 y su cuerpo fue enterrado en la Iglesia de San Marcelo, debió pedir ayuda al Abad de Cluni Pedro el Venerable para que los restos de Abelardo fueran trasladados al Paracleto, tal cómo el filósofo deseaba y una vez allí Eloísa, veneró sus restos y rogó por su alma hasta su muerte veinte años después (1163); y cuenta la leyenda que cuando abrieron la tumba de Abelardo para depositar junto a él el cuerpo de su amada Eloísa, éste abrió los brazos para recibirla quedando abrazados en la muerte como no pudieron estarlo en la vida.
Así permanecieron los esposos durante quinientos años sepultados en las naves del Paracleto, hasta que en 1792, tras la Revolución Francesa, el Monasterio fue vendido como bien eclesiástico siendo trasladada la tumba de Abelardo y Eloísa a Nogent. En 1800 Luciano Bonaparte inspector de las cartas y monumentos antiguos encargó al artista Lenoir para que transportase el féretro al Museo de Monumentos franceses de París, quién, tras la apertura de la tumba realizó un Álbum con dibujos de los amantes recreados por el artista partiendo de los restos conservados con el objeto de realizar dos estatuas para la nueva tumba parisina, que quedó instalada en los jardines del museo. En 1815 bajo gobierno borbónico se intentó trasladar la tumba a la Abadía de San Dionisio; pero la opinión pública protestó ya que el monumento era muy frecuentado por los parisinos y estaba considerado como algo integrado en la ciudad; finalmente fue trasladada al cementerio parisino de Père Lachaise donde actualmente todavía puede visitarse.
El Epitafio del cenotafio de Abelardo y Eloísa en el Paracleto rezaba así:
Aquí
bajo la misma losa, descansan
el fundador de este Monasterio:
Pedro Abelardo
y la primera Abadesa, Eloísa,
unidos otro tiempo por el estudio, el talento,
el amor, un himeneo desgraciado,
y la penitencia.
En la actualidad, esperamos, que una felicidad
eterna los tiene juntos.
Pedro Abelardo murió el 21 de abril de 1142
Eloísa, el 17 de mayo de 1163
Excelente artículo, Virginia, y apasionante historia. La verdad es que sólo la conocía de oídas y creí que era otra más de amantes. Pero ahora veo que había mucho más detrás de todo eso.
Eloísa debió de ser una gran mujer y muy adelantada a su tiempo, con ideas y formas de razonar demasiado modernas para su época.
Ha sido un placer leerte y además he aprendido muchas cosas.
Por cierto, estoy de acuerdo con San Pablo: «los hombres no deberían casarse» pero no porque las mujeres perturben la tranquilidad de los hombres y sean una carga para ellos, sino por todo lo contrario.
Emma
Virginia, es un artículo de lo más interesante, con muchos detalles que no conocía.
Hermosisima historia de amor,a pesar de la desdicha que vivieron, que los dioses los tengan en paz, y que por fin lograron estar el uno con el otro hasta el fin de los tiempos.
Conmovedora historia de amor, con más colores negros- que rosa, sus destinos fue estar juntos en la eternidad. Gracias por este relato superinteresante. Un beso.
Virginia me sacaste del error, siempre creí que era novela .
Es una conmovedora historia y un verdadero amor. Gracias.
Gracias Virginia, Bellisima historia de amor verdadero. estoy muy emocionada, conmovida a punto de las lágrimas, sus vidas fueron dificiles pero sabian que se amaban el uno al otro, y la muerte les dio su descanso eterno juntos.
Bien escrito, Virginia. En lo general concuerda con otros relatos, aunque no en todos los detalles, como bien sabes de seguro.
Soy católico y varón heterosexual, casado y conocedor por lo tanto de lo que supone el tiempo que a este estado – siempre algo elegido en estos tiempos – ha de dedicarse a ver por la casa común. en la que vivimos todos,ambos adultos y los hijos. No es que la mujer sea un estorbo, es que el tiempo es de sólo 24 horas, para todos.
El asunto de la relación hombre-mujer se puede enfocar como la relación total que involucra lo sexual biológico o como la relación conyugal que funda una familia. Enunciarlo así es propio del siglo XXI aunque dudo que en el siglo I se tuviese que esperar así de San Pablo.
Pero aparte de esto, yo albergo la esperanza de la piedad sin fin de Dios, en la que seguramente estos dos amantes habrán encontrado comprensión.
Me gusto la historia, bien contada, muy triste, tipica de su epoca, quizas demasiado e inutilmente tragica.
Profunda, clara y gratificante manera de narración, querida Virginia. Estoy hace unos meses ensayando la trama de una novela que presume sus orígenes en Pedro y Eloísa. Dí por casualidad con tu relato. Un gran abrazo. Diego.
me gustan mucho sus cartas y algunas de sus poesias
pero que historia y que desenlace y muy buen material
Me conmueve mucho esta historia, me parece un sacrificio extremo de Eloisa al ocultar su matrimonio por no perjudicar a su amado… He comprado algunos libros sobre estos amantes pero s’olo hay fragmentos de sus cartas… Me gustar’ia tener una bibliografia m’as amplia o todas las cartas
Fascinante historia trágica de un amor que ejemplifica la devoción de la amada por su amado al aceptar ocultar su amor para no desmerecer el prestigio de su amante. Lo consulte dado que en la serie Los Borgia se refiere esta historia cuando Cesare Borgia le declara su amor a Lucrecia su hermana, y al verse imposibilitados de dar rienda suelta a sus sentimientos recuerdan esta tan hermosa historia de amor y se comparan con ellos, argumentando que se amarán en silencio hasta el fin de sus días.Gracias por tu tan pormenorizado trabajo de investigación, se lee muy bién y de verdad pobre Abelardo que castigo tan cruel para un amor tan profundo. José
El amor en toda la extensión humana de la expresión, pues ambos comparten no sólo sensaciones y sentimientos, sino interés por la filosofía y la erudición. Son de esos amores plenos que no se dan en maceta.
Han pasado muchos pero muchos días, en que Eloisa y Abelardo escribieron con sangre la fuerza del amor. Que tan extraños son estas personas hoy en el planeta. Que la eternidad les haya concedido lo que no lograron en este mundanal mundo.
En nombre de todos los que aman los siglos son pocos y la separación inexistente
Estoy interesada en la vivencia de la fecundidad durante la edad media y la consideración social de la mujer. Me ha gustado mucho tu artículo. Es confirmar que en todas las épocas han existido mujeres ( y hombres ) valientes que han luchado por la libertad de ideas y sentimientos. Su idea del matrimonio tan a contracorriente sitúa a Eloisa como una vanguardista histórica.
Muchas gracias por tu articulo que además está muy bien escrito.
Excelente el apasionante desarrollo y propicia la ilustración de la historia.
Historia maravillosa cada día se aprende algo fascinante
Muchas gracias, excelente reseña. Recientemente el poeta mexicano Enrique González Rojo Arthur presentará el libro de Abelardo y Eloisa
Como que clase de teatro podríamos clasificar a Abelardo y Eloisa