Ernestina de Champourcin y Carmen Conde: un epistolario incompleto.

Hace unos días, al terminar este libro, correspondencia entre Ernestina de Champourcin y Carmen Conde, pensaba cómo explicarle al lector que lo vaya a leer, dos cosas muy sencillas: la primera que el titulo del libro no es exacto, porque de «cartas» desde el año 1930 hasta el año 1995 hay como diez, el resto , es decir, el 90% son de 1928.1930.

Y en segundo lugar que no va a leer a Carmen Conde, salvo en unas cinco cartas breves, y que el resto es un apasionado monólogo de Ernestina hacia Carmen.

Veamos, el libro es interesante, ameno y entretenido en cuanto refleja una buena parte de la vida intelectual y artística de la época (1929-130) según los ojos – subjetivísimos por lo demás- de Ernestina de Champourcin. Las cartas de Carmen Conde, al parecer se han perdido, con lo cual, por mucho que la prologuista se esfuerce, sólo leemos un punto de vista y – de refilón, por contestaciones a cartas que adivinamos- las ideas de Carmen Conde.

Y sí, es interesante, ameno y divertido…hasta un cierto punto. Y me explico: Hay un tono de Champourcin en todas estas cartas- tono muy de la época- que cansa; el tono admirativo hacia JRJ, el seguidismo, y además, por supuesto, el tono de sumisión casi completa a las opiniones de Carmen Conde.

Una lo que lee, y no solo entre líneas, es una relación epistolar basada en el apasionamiento, lindante con el – absolutamente inconsciente- amor (por muy espiritual que se quiera revestir el tema) de Champourcin por Carmen Conde, y una reticencia de ésta a entrar a tales trapos, que le debió durar toda la vida, pues la relación se distanció y –  parece desprenderse de las cartas- no solo por la diferente opción literaria e ideológica.

A mí, subjetivamente, me transmitió el libro la impresión de que Carmen Conde terminó bastante hasta las guedejas de los requerimientos de Ernestina; que era (Carmen, digo) bastante más práctica, sencilla, y falta de grandilocuencia que su amiga, y que, muy en el fondo, solo pudieron ser amigas cuando ambas estaban casadas y los rubattos juveniles dieron paso a una relación epistolar sin alharacas.