Aventuras y desventuras de un librero: Librería La Clandestina. Por: Mariano Vega Álvarez

Una librería de barrio en la que puedas preguntar al librero, en la que puedas aconsejar al librero, en la que puedas encargar libros con la seguridad de que hay alguien que está intentando conseguírtelo de verdad. ( Mariano Vega Álvarez).

 

 

Aventuras y desventuras de un Librero. Por: Mariano Vega Álvarez.

Cuando empecé a anunciar que iba a abrir una pequeña librería de barrio, mucha gente me confesó que era una de sus ilusiones, que si alguna vez montaran un negocio sería ese, con sujeto y adjetivo: librería «de barrio». Para mí también fue siempre una ilusión (pensé que irrealizable), hasta que la vida, en el sitio más insospechado, me juntó con otros dos locos que querían lo mismo que yo. Y claro, casi nada puede parar la locura si viene alentada por tres personas inquietas que no tienen ninguna gana de ver la vida pasar.

Teníamos claro nuestro concepto de librería desde el primer día que empezamos a jugar a ser libreros. Una librería pequeña, acogedora, en el que el potencial cliente no se sintiera con prisa, más bien al contrario; un espacio donde buscar, leer, preguntar al librero, ver las recomendaciones de otros clientes… Una librería con un fondo editorial cuidado (esto tiene su peligro, claro está, porque al final la selección es tuya y no tiene por qué encajar con las expectativas de la gente). Una librería con estanterías en las que se confundieran los grandes escritores con los escritores desconocidos, en las que tuvieran igual importancia las editoriales punteras y las editoriales incipientes. Una librería de barrio en la que puedas preguntar al librero, en la que puedas aconsejar al librero, en la que puedas encargar libros con la seguridad de que hay alguien que está intentando conseguírtelo de verdad.

Y en ello estamos. En este mes que llevamos abierto, ya hemos tenido el primer contacto con las venturas y desventuras del pequeño librero. Como no entendemos la ilusión desde el pesimismo, en estos primeros momentos vemos más cosas positivas que negativas. ¿Entre las negativas? Es difícil que las distribuidoras te hagan caso. Te las ves y te las deseas, simplemente, para que vengan a verte y te abran una cuenta. De hecho, todavía no tenemos cubiertas todas las editoriales, aunque en esto tampoco nos podemos quejar. Dentro de la dificultad, hemos conseguido un buen trato en menos tiempo del que nos habían «amenazado». Una vez que ya tienes una cuenta, el servicio es bueno, aunque sirven más deprisa y con mejores condiciones a las librerías más importantes y a las grandes superficies. Esto último es lo más sangrante. A los que manejan más volumen de negocios les atrasan más los pagos y les hacen mayores descuentos. Comercialmente tendrá su lógica, eso no lo discutimos, pero no ayuda lo más mínimo a lanzarse a la aventura. Quizás lo peor haya sido ver la cara de los bancos: ¿Queréis un crédito para abrir una librería de barrio? (imaginaros una cara mezcla de sorpresa, estupor y risita nerviosa). No sé si lo más negativo, pero sí lo más frustrante para una librería pequeña, es conseguir ciertos libros. El mundo editorial se mueve por novedades (y entiéndase que la novedad caduca en meses), así que encontrar un libro antiguo es tarea de detectives; de detectives con mucha paciencia. La gente no va a una librería pequeña para comprar lo último de Ruiz Zafón, de Saramago, de Antonio Gala… Va buscando otras cosas. Sabe que quizá no lo va a encontrar en ese momento, pero tiene esperanzas de que se lo consigas. Y eso tiene algo de negativo (la dificultad), pero mucho de positivo.

Tener una pequeña librería te permite seleccionar cada libro que exhibes (en nuestro caso nos hemos especializado en literatura hispanoamericana, literatura infantil y editoriales independientes), atender a cada cliente que entra a comprar o a ver, buscar libros que es difícil encontrar en otros sitios con calma, porque el que lo busca no tiene prisa, ponerte en contacto con escritores que están empezando o que tienen dificultades para distribuir sus obras, aconsejar a los clientes, escuchar recomendaciones. Una pequeña librería, en definitiva, te permite cuidar el libro, a los autores, a los clientes. Te permite leer, indagar: aprender.

Es difícil luchar en ventas contra las grandes superficies (algunos dicen que es imposible), pero en la batalla del amor por la literatura, nosotros ya hemos ganado.

 * Mariano Vega Álvarez es el propietario, promotor de la Librería La Clandestina. Situada en Madrid, calle La Palma 49, acaba de iniciar su andadura, y merece la pena difundirse y visitarse.*