Los personajes femeninos en la novelística de Goethe IV. Las afinidades electivas. Por Virginia Seguí

 

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Para finalizar la serie de estudios de personajes femeninos en la novelística de Goethe analizaremos los de su última novela: Las Afinidades electivas; en ella, tal como explicábamos al principio de este trabajo, Goethe, también apasionado científico, estudia los efectos de una fórmula química aplicada a los sentimientos humanos.

 

 

 

 

 

 

Los personajes femeninos en la novelística de Goethe. IV. Las afinidades electivas. Por : Virginia Seguí.

 

Para finalizar la serie de estudios de personajes femeninos en la novelística de Goethe analizaremos los de su última novela: Las Afinidades electivas; en ella, tal como explicábamos al principio de este trabajo, Goethe, también apasionado científico, estudia los efectos de una fórmula química aplicada a los sentimientos humanos. El matrimonio formado por Eduard y Charlotte se encuadra, socialmente hablando, en el mundo de la alta aristocracia alemana, viven retirados en su residencia campestre, con categoría de palacio, rodeados de amplios terreros en los que Charlotte está construyendo una cabaña rodeada por un pintoresco jardín inglés, valiéndose de sus propios viveros y plantaciones de árboles, en las proximidades de la capilla gótica y del recoleto cementerio privado familiar. Goethe nos relata la historia del matrimonio a través de las palabras de Charlotte:

«¡Con que placer recuerdo nuestras primeras relaciones! Nos amábamos de todo corazón, como dos jóvenes enamorados. Después nos separaron: a ti de mí, porque tu padre, insaciable en su afán de atesorar propiedades, te casó con una mujer rica, bastante mayor que tú; y a mí de ti, porque yo, sin grandes recursos, me vi obligada a dar mi mano a un hombre acomodado a quien nunca quise, aunque era una persona respetable. Al cabo de algún tiempo ambos quedamos libres de nuevo; tú antes, dejándote tu <madrecita> dueño de una inmensa fortuna; yo, algo más tarde, precisamente cuando tú regresabas de tus viajes. Así volvimos a encontrarnos. Disfrutamos recordando. Amábamos el recuerdo y podíamos vivir felices sin nadie que lo entorpeciese. Tú insistías en que nos casáramos; yo, sin embargo, me resistía; pues, como somos aproximadamente de la misma edad, yo, al ser mujer, he envejecido más rápidamente que tú, como hombre. Al fin no quise oponerme a lo que considerabas tu única felicidad […]» 

En esta presentación queda ya clara la descripción de Charlotte, una mujer madura, equilibrada, de clase social inferior a la de su actual esposo, que cuando, en su juventud, vio la imposibilidad de casarse con el hombre al que amaba buscó otro, aunque no le amase, de posición acomodada que le diese la seguridad y la posición social necesaria para mantenerse sin pasar privaciones. No obstante y pese a haber recibido una buena educación, que queda patente en la descripción que la novela hace sus actividades, no parece que en ningún momento se planteé iniciar una vida independiente, buscando un trabajo para el que estuviera capacitada; abriendo así la posibilidad de encontrar otro hombre al que amar y con el que formar una familia; sus opciones parecen limitadas a buscar un matrimonio de conveniencia que le diera estabilidad.

Otra cuestión importante que Goethe plantea a través de Charlotte, y en la que hace hincapié, es la de la edad; presentándola como una mujer reconociendo que, pese a tener la misma que su marido, ha envejecido más que él; intentando con ello justificar el hecho, a su juicio natural, de que él como hombre, aunque maduro, bien pudiera inclinarse por mujeres más jóvenes, cuestión impensable en ella.

Eduard, aparece como: un acaudalado Barón en la flor de la vida. Goethe nos habla de su amor pasado como queriendo indicar que la situación actual esta basada en otros fundamentos y que la pasión de antaño no mantiene actualmente rescoldo alguno, aunque sí el suficiente cariño y respeto como haber accedido a casarse concediéndole lo que él consideraba su felicidad.  

En esta presentación queda ya clara la descripción de Charlotte, una mujer madura, equilibrada, de clase social inferior a la de su actual esposo, que cuando, en su juventud, vio la imposibilidad de casarse con el hombre al que amaba buscó otro, aunque no le amase, de posición acomodada que le diese la seguridad y la posición social necesaria para mantenerse sin pasar privaciones. No obstante y pese a haber recibido una buena educación, que queda patente en la descripción que la novela hace sus actividades, no parece que en ningún momento se planteé iniciar una vida independiente, buscando un trabajo para el que estuviera capacitada; abriendo así la posibilidad de encontrar otro hombre al que amar y con el que formar una familia; sus opciones parecen limitadas a buscar un matrimonio de conveniencia que le diera estabilidad.

Otra cuestión importante que Goethe plantea a través de Charlotte, y en la que hace hincapié, es la de la edad; presentándola como una mujer reconociendo que, pese a tener la misma que su marido, ha envejecido más que él; intentando con ello justificar el hecho, a su juicio natural, de que él como hombre, aunque maduro, bien pudiera inclinarse por mujeres más jóvenes, cuestión impensable en ella.

Eduard, aparece como: un acaudalado Barón en la flor de la vida. Goethe nos habla de su amor pasado como queriendo indicar que la situación actual esta basada en otros fundamentos y que la pasión de antaño no mantiene actualmente rescoldo alguno, aunque sí el suficiente cariño y respeto como haber accedido a casarse concediéndole lo que él consideraba su felicidad.  

Al parecer, además, Eduard quería recuperar los sinsabores sufridos y disfrutar de la vida solo en compañía de Charlotte y ella, para complacerle, ha enviado a estudiar e un internado a su única hija Luciane y a su sobrina Ottilie; ya que juntos iban a compartir los el trabajo diario de Eduard recopilando y oyendo las descripciones de los viajes a los que ella no pudo acompañarle; Charlotte le ayudaría a copiarlos y poner orden en ellos, los días transcurrirían así apaciblemente y finalizarían con agradables veladas en las que él, con su flauta, acompañaría las composiciones que ella interpretaba al piano. Este es su plan de vida cuando Eduard confía a su esposa su último deseo: invitar al Capitán, su amigo de la infancia y compañero de viajes, que vive por una situación difícil a pasar con ellos una temporada. Proposición a la que Charlotte tarda en acceder y sólo lo hace cuando Eduard accede en justa reciprocidad a ella pueda sacar del internado a su sobrina Ottilie y traerla a su lado, ya que los informes que recibe del internado, sobre ella,  son cada vez más preocupantes. Mientras que Luciane, nacida para el mundo, adquiere los conocimientos necesarios para moverse en él con soltura y progresa en ellos; Ottilie de carácter más reservado e intimista no se adapta y es incapaz de mostrar sus habilidades lo que además de hacerle sufrir empeora su situación.

De esta forma Goethe lo mismo que si se tratase de una fórmula química, introduce dos elementos nuevos e inconexos entre si en el mundo privado e íntimo de una pareja establecida; situación que le permite analizar las afinidades electivas que ello produce; demostrando, en el desarrollo del relato, que la pareja establecida se disocia para formar, con los nuevos elementos añadidos, dos nuevas parejas: Eduard con Ottilie y Charlotte con el Capitán.

La moral de Charlotte y su adecuación a las normas sociales convencionales pronto le harán comprender lo inconveniente e insensato de sus sentimientos hacia el Capitán lo que le permitirá controlarlos. Eduard, por el contrario, de carácter caprichoso e infantil sentirá tal pasión  por Ottilie que perderá el control de sus actos, su único anhelo será unirse a ella, lo que acabará por conducir a la pareja a la tragedia.  

Curiosamente este estado de cosas no plantea ningún enfrentamiento entre Charlotte y Ottilie, que siguen manteniendo una buena relación, sin que la primera culpe de nada a la segunda ni le pida explicaciones por lo que está sucediendo; ni la segunda encuentre ningún problema en amar al marido de la mujer que la ha adoptado, a la que siempre ha querido, primero como amiga de su madre y ahora como madre; y sin que la situación le haga albergar ningún sentimiento de culpa. Esta cuestión es analizada por los expertos con sorpresa y, por ejemplo, el historiador y crítico francés Paul de Saint-Victor indica en sus estudios sobre las obras de Goethe; que si la situación que plantea el escritor alemán se trasmutara a un hogar francés, sin duda surgiría el conflicto, siendo imposible evitar el enfrentamiento entre ambas mujeres que, sin duda, desembocaría en una encarnizada lucha:

«La esposa se estrellará contra la rival, la bienhechora se indignará de la ingratitud de la huérfana, que comete, si así cabe decirlo, un hurto doméstico, arrebatándole un corazón que le pertenece. ¡Qué violentas tempestades estallarían en aquel revuelto domicilio!«

Lo que le lleva a afirmar que una situación con la relatada por Goethe sólo puede darse en un país como Alemania donde la temperatura moral difiere de la francesa.

Es, precisamente el carácter de Charlotte lo que permite sobrellevar este drama sin demasiadas alteraciones, podríamos decir que ella misma, antes de contraer matrimonio, ya pensó en Ottilie como mujer ideal para Eduard, llegando, incluso, a presentársela en connivencia con el Capitán con tales fines; pero entonces Eduard estaba encaprichado en casarse con ella, quería hacerla esposa a toda costa, no viendo en aquella tímida chiquilla de grandes ojos que le presentó Charlotte ningún encanto.

El personaje de Ottilie, tal y como nos lo presenta Goethe es bastante curioso ya que se trata de una muchacha inocente, frágil, pasiva, en cierto modo enfermiza, de la que emana un cierto aroma de esclavitud cuestión quen según algunos especialistas, contribuye y añade atractivo a una mujer. Saint-Victor ve este perfume como la esencia misma de Ottilie: Nació para doblegarse, para vivir subordinada y ser absorbida […]». Y algo de esto es lo que la directora del internado le trasmite y manifiesta a Charlotte sobre ella, sin embargo, una vez en el palacio, cuando está bajo la supervisión de Charlotte, y ella va haciéndose cargo de las ocupaciones que se le encargan; aún manteniendo ese mismo carácter tímido y apocado que casi la hace invisible, comienza a demostrar valía y a dejar ver sus cualidades. Es Charlotte con su cariño y sobre todo el sentirse querida por Eduard y, el amor que a su vez siente por él,  lo que le va dando la confianza necesaria para adquirir una personalidad propia que poco a poco se va manifestando, haciéndola visible. Pronto la vemos ocuparse de la organización de la casa, llevando todo con puntualidad, mandando sin dar órdenes.

En un momento dado Charlotte y Ottilie deciden hablar entre ellas en francés; esto trasforma a la joven, y como sí se cambiaran los papeles, será Ottilie la más comunicativa de las dos en lengua extranjera.

A hora de dedicar un tiempo al vestuario, veremos como Ottilie se confecciona nuevos vestidos, elegantes, y a la última moda, de modo que realcen su figura; convirtiéndose pronto, sobre todo para los hombres, en un verdadero consuelo para la vista. Retomaran las veladas musicales y mientras ellas tocan el piano, ellos las acompañaban intercambiado las parejas. Esto demuestra que la educación de Ottilie era esmerada, pese a los informes del internado sobre su falta de progreso, los resultados parecen esperanzadores ya que se la ve capaz de asumir no sólo cuestiones personales, sino también el control y organización de la casa; dominaba el francés fluidamente, tocaba el piano aunque y según sus propias palabras no atendía mucho en la clase de Historia al no acabar de entender para que le iban a servir tales enseñanzas.

Cuando el conflicto alcance su culmen y Charlotte asuma la necesidad de que Ottilie abandone la casa para poder replantearse la cuestión e intentar volver a la situación anterior; Eduard, que lo único que desea es el divorcio para casarse con la joven, sale de viaje y abandona el palacio, con la única condición de que Ottilie siga viviendo allí con Charlotte, indicando que sólo así renunciará a ella. Esta partida provoca  un profundo dolor a Ottilie que intentará mantener la calma y seguir con sus ocupaciones habituales, añadiendo a ella las que habitualmente realizaba su amado Eduard en el jardín, como si el realizarlas se sintiera más unida a él y sus almas se aproximaran.

En la segunda parte de la novela, Goethe introduce un nuevo sistema para presentarnos a Ottilie y sus pensamientos: la lectura de sus diarios, en ellos plasma sus opiniones y sentimientos dejando traslucir, con mayor nitidez, su carácter; poniendo ante los ojos del lector su visión del mundo, una visión mucho mas rica que la hasta entonces habían dejado traslucir sus acciones.

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Quedan también al descubierto sus inclinaciones educativas, pues organiza con las muchachas del pueblo una escuela; ocupándose ella personalmente de su educación; y cuando se plantea su salida del palacio su deseo es volver al internado aunque en calidad de profesora no de alumna, viendo en este trabajo una solución a sus problemas.

El desencadenante final de la tragedia será la muerte accidental del hijo Charlotte y Eduard, suceso que tiene lugar cuando Ottilie y él, que han salido a pasear por los jardines de palacio, navegan por el lago, cayendo accidentalmente el niño al agua ahogándose, no pudiendo, la joven, hacer nada por evitarlo; a pesar de su desesperación será ella misma la que se encargue de darle la noticia a Charlotte. Esta muerte le hará reaccionar y renunciar en ese mismo instante a Eduard, aunque no pueda dejar de amarlo más que a su propia vida; lo que, finalmente, la llevará al suicidio por inanición y causará la posterior muerte de Eduard.

 

 

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Charlotte, que ya había renunciado a Eduard y estaba dispuesta a concederle el divorcio ante el estado de crispación al que habían llegado las cosas, no puede evitar estas dos muertes y, como consuelo, únicamente le queda concederles yacer junto en eterno reposo y para ello les entierra juntos en la capilla gótica.

Naturalmente la obra daría para mucho más, su pormenorización nos permitiría una mejor descripción del argumento y de los matices del carácter de sus personajes, pero creemos que con lo expuesto quedan éstos quedan claros.  

Goethe escribió esta obra en la última fase de su vida, al parecer entre abril de 1808 y octubre de 1809, aunque tuviera un esbozo anterior llamado Los renunciantes con la finalidad de intercalarlo en el Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister; pero finalmente la obra tomo carta de naturaleza por sí sola.

 

La obra cuestiona una sociedad en decadencia o en transformación y pone en solfa una institución como el matrimonio; institución con la que Goethe siempre mantiene cierto conflicto; ya que convivió con Christiane Vulpius desde 1796 y con la que tenía un hijo, al parecer, intentando siempre la sociedad la considerase su esposa, cosa que no logró ni de sus más íntimos amigos; con la se casó únicamente después del asedio a Weimar y la defensa a ultranza que ésta había hecho de su casa y de él mismo, justificando su matrimonio con estas palabras: «Quiero reconocer total y civilmente como esposa a mi pequeña amiga, que tanto ha hecho por mi y ha vivido conmigo estas horas de prueba.«, a pesar de lo cual su esposa siguió sin ser aceptada por la sociedad de la época. Paradójicamente él que siempre le había sido fiel antes de su matrimonio, mientras era considerada su amante, poco después de su matrimonio se enamoró de Minna, una jovencita de Jena hija del librero Forman, en la que al parecer se inspira para el personaje de Ottilie. El fracaso de este enamoramiento también pudo incidir en el planteamiento del amor entre Eduard y Ottilie ya que ambos amores no dejan de presentar ciertos paralelismos.

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Friedrich Wilhelm Reime, secretario de Goethe por estas fechas relató los pormenores de la gestación de esta novela indicando que el escritor encontró en la ciudad universitaria de Jena y el Balneario de Karlsbad muchos de los personajes de la novela.

Sería importante destacar que las mujeres que Goethe nos presenta son mujeres reales, en la mayoría de los casos hemos visto como están inspiradas en mujeres con las que se ha relacionado; nos presenta la mujer posible en su época y en el lugar donde se desarrolla su vida, Alemania, teniendo quizás una visión privilegiada de ellas dadas sus condiciones de escritor, y por lo tanto observador de la naturaleza humana, pero también como gobernante y conocedor de la realidad de su país, un país de muy diversos Estados, con grandes diferencias culturales, que inciden muy particularmente en la educación de la mujer; ya que en mientras que en Prusia el sistema educativo obligatorio para los niños de seis a catorce años, cualquiera que sea su sexo, se implanta en 1717, en Baviera hay que esperar a 1802, siendo esto un solo un ejemplo de estas diferencia es, sin embargo, esclarecedor.

Vemos como sobre todo en esta obra Goethe presenta frente a esta mujer real a la mujer soñada o quizás la intuida y anhelada en todos sus enamoramientos que no llegaron a buen término pero que le permitieron vislumbrar esa esencia  de mujer que en su obra cumbre: Fausto; denominará eterno femenino.

Francisco Manuel Marino en su trabajo La unidad en la novelística de Goethe habla de las interrelaciones entre los personajes, no solamente femeninos, de las novelas del escritor alemán planteando diversas coincidencias, como el hecho de que sus mujeres en su mayoría sean huérfanas, la similitud de sus caracteres, el aspecto de santidad que presentan algunas de ellas que nos hace sentirlas como inalcanzables.

 

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