Jardines del Renacimiento II. Ciudades de Europa Occidental. Francia. Por: Virginia Seguí.

 

 El movimiento de renovación artística iniciado en Italia durante los siglos XII y XIV, conocido como Renacimiento; tuvo su continuidad en el resto de Europa occidental; y de la misma manera que para las ciudades italianas había supuesto su renovación arquitectónica y urbanística; debido al interés de sus mandatarios por dejar claros su prestigio y su poder; el movimiento traspasó sus fronteras y el resto de gobernantes europeos siguió su ejemplo; con ello las ciudades se fueron adaptaron a las nuevas condiciones geopolíticas de cada una de ellas; si bien el desarrollo será variado y desde luego más tardío; estando además condicionado por la diversidad de poderes políticos existentes en las diferentes zonas. ( Virginia Seguí)

París. Civitatis Orbis Terrarum

Los Jardines del Renacimiento II. Ciudades de Europa Occidental. Francia : Por:  Virginia Seguí.

Durante los dos siglos largos en los que tuvo lugar el desmembramiento del Imperio Romano en la Europa Occidental, tras su división en el año 395 a. C., tuvieron lugar importantes cambios en su economía y organización territorial. Las invasiones de los pueblos bárbaros y sus enfrentamientos con los romanos; primero en las zonas fronterizas y luego en toda Europa; supusieron un ambiente bélico de tal inestabilidad que, prácticamente, inutilizaron todas las rutas comerciales organizadas por los romanos, y con ello el colapso del sistema económico vigente; con el decaimiento del comercio las principales urbes europeas en las que se producían este tipo de transacciones fueron perdiendo importancia ya que para muchas de ellas el comercio era si principal razón de ser.

Tuvieron que pasar varios siglos y llegar una nueva época de estabilidad propiciada por los nuevos reinos germánicos que, convertidos ya en estados, organizarán un nuevo sistema hasta disfrutar de un estatus político y económico que permitiera reabrir las antiguas rutas comerciales provocando el resurgimiento del comercio; y con ello el renacimiento de la vida urbana; ya que las ciudades eran los lugares más propicios para la celebración de ferias y mercados y donde, básicamente, se llevaban a cabo este tipo de actividades.

Las ciudades más meridionales del continente sufrieron en menor medida el decaimiento ciudadano ya que, inicialmente, se vieron favorecidas por el mantenimiento del comercio en el Mediterráneo, pero, a partir del siglo VII, la situación cambió radicalmente cuando los musulmanes arrebataron el control marítimo y comercial al Imperio Bizantino obstaculizando todo tipo de transporte y comercio con frecuentes rafias y pillajes.

Una cuestión destacable y favorable al mantenimiento de la vida urbana dentro de este proceso que, al parecer no fue del todo homogéneo, es el papel jugado por la Iglesia, ya que al haberse organizado y desarrollado en el seno del Imperio Romano, estableció sus circunscripciones administrativas siguiendo su ejemplo colocando la mayoría de sus diócesis en las ciudades romanas de mayor relevancia; dando a éstas una razón de ser fuera de sus meras funciones comerciales o mercantiles; consiguiendo mantener una apariencia de vida civilizada durante la que erróneamente se ha denominado Edad de las Tinieblas. Estas sedes episcopales y/o monasterios fundados por las diversas órdenes religiosas acabaron, frecuentemente, convirtiéndose en los núcleos centrales de las ciudades.

A lo largo de la Edad y sobre todo a partir del siglo IX, el tejido urbano europeo inició un proceso de reorganización que duró hasta el siglo XIII, momento de mayor auge. Los expertos siguen varios tipos de clasificación a la hora de estudiar las ciudades medievales, Morris, siguiendo un criterio basado en sus orígenes, no exento de connotaciones cronológicas, indica en su obra Historia de la forma urbana que existen cinco grandes categorías de ciudades.

Dentro de esta clasificación nos habla primero de las ciudades que tienen su origen en algún núcleo urbano anterior como: las de origen romano, aquellas que pudieron conservar su estatus de ciudad, pese a la reducción de sus actividades, y que pasado estos primeros momento consiguieron rehacerse y convertirse nuevamente en núcleos urbanos importantes. Los Burgos, ciudades inicialmente construidas como bases militares fortificadas que, por su situación privilegiada o diversas razonas, fueron creciendo poco a poco y adquiriendo funciones comerciales y finalmente, las ciudades que denomina de crecimiento orgánico normalmente consecuencia de la evolución de aldeas.

El segundo grupo serían las ciudades de nueva creación, establecidas oficialmente ya con estatus de ciudad; como las Bastides fundadas en Francia, Inglaterra y Gales y, por último, las de nueva planta, fundadas por toda Europa.

Ya vimos en el apartado correspondiente el panorama de los jardines en estas ciudades medievales y algunas de sus configuraciones más importantes. Ahora en este apartado relativo al Renacimiento en las ciudades europeas debemos indicar que el movimiento iniciado en Italia de renovación de las ciudades, normalmente fundadas por los diversos magnates de cada una de ellas, con las que querían significar su prestigio y poder; traspasó sus fronteras llegando también a la Europa occidental; si bien en este caso su desarrollo y fundación se encuentra condicionado por la diversidad de poderes políticos existentes en las diferentes zonas.

Circunscribiéndonos a Francia es fácil comprender que la existencia de un solo poder político que consiguió consolidarse y establecer un poder monárquico centralizado condicionará el desarrollo, creación y organización de su tejido urbano; destacando de entre todas sus ciudades la capital: París; que como sede principal de este poder central irá adquiriendo una envergadura que  la hará destacar del resto de ciudades del país. Así pues, a diferencia de lo que sucederá en Alemania y los Países Bajos el movimiento urbanístico renacentista francés no fue un esfuerzo individual de artistas y eruditos sino que estuvo estrechamente ligado al programa cultural de sus reyes y gobernantes, y por ello los jardines públicos y privados de sus ciudades estarán ligados, principalmente, a sus gustos e intereses privados y de representación; aunque no debemos olvidar los pertenecientes a la Iglesia creados en las proximidades de las Iglesias, Monasterios y/o Abadías.

En 1494 Calos VIII realizó una incursión en Italia con intención de hacer valer los derechos de la casa de Anjou sobre Nápoles; y aunque políticamente no obtuvo resultados positivos fue decisiva para recibir la influencia renacentista italiana; ya que durante su estancia pudo contemplar sus ciudades y arquitecturas, quedando admirado de su belleza, destacando el gran interés que despertaron en él los jardines como prueban las palabras que Pierre de Vaissière cita en su obra Le Château d’Amboise, en las que el rey se dirige al  duque de Borbón: “Hermano mío, no podéis haceros cargo de los hermosos jardines que tengo en esta ciudad. Cierto, sólo parecen faltar Adán y Eva para hacer de ellos un paraíso terrenal, tanta es su belleza y tan llenos están de cosas buenas y curiosas.” Carlos VIII volvió de Italia con una pléyade de artistas italianos en su séquito dispuesto a que trabajaran para él en Francia, entre ellos Pacello de Mercogliano, sacerdote napolitano y experto maestro jardinero.

Luis XII (1498-1515) continuó la labor de su predecesor y el renacimiento francés tuvo su punto culminante bajo el reinado de Francisco I (1515-1547) llegando a su fase final a principios del siglo XVII ya bajo el gobierno de Enrique IV (1589-1610). El arquitecto Jacques Androuet Du Cerceau, reprodujo la mayoría de las realizaciones arquitectónicas así como sus jardines en sus grabados; representando dieciocho mansiones reales y doce particulares.

Circunscribiéndonos a las ciudades francesas de la época cabe decir que fue bajo el reinado de Francisco I cuando París, la Lutecia romana, se convertirá en la capital de una nación realmente unida, sus límites en esa época eran las murallas defensivas creadas entre 1367 y 1383, su conformación interior era la habitual en las ciudades medievales y su primitivo trazado ortogonal había ido perdiendo claridad.

 

Francisco I erigió la ciudad de Vitry-le-François junto al Marne hacia 1545, configurada con una estructura viaria reticular circunscrita a un recinto definido por fortificaciones simétricas; con alguna reminiscencia de las bastides medievales, pues sus cuatro calles centrales y principales formaban una cruz abriéndose al espacio central o plaza por sus puntos medios en lugar de por sus costados.

 Felipe II para guarnecer la zona fronteriza con Holanda fundó en 1548 la ciudad de Philippeville; fortificada, que aplica directamente el concepto italiano renacentista de ciudad ideal. Además de las iniciativas reales también existieron otras como la del Duque de Nevers que fundó entre 1608 y 1620 Chalerville, igualmente de inspiración renacentista y con red viaria en retícula, en este caso con la plaza Ducal en la zona central, considerada un antecedente de la parisina plaza Royale (hoy plaza de los Vosgos) y otras seis secundarias.

 

 

En una segunda fase se ven afectadas otras ciudades entre ellas Nancy; ciudad existente ya en época romana y merovingia; su nombre tal como lo conocemos actualmente aparece por primera vez en un documento, datado en 1073, firmado por el Obispo de Toul  en el que se pedía ayuda para la Abadía benedictina de Bouxieres situada en sus proximidades. Otra institución religiosa importante para Nancy fue la Abadía de las Damas Prêcheresses que como se puede ver en una representación  realizada por La Ruelle y datada en 1610 tenía un jardín en su claustro, el convento se mantuvo hasta 1792, época en la que fue cerrado dispersándose las veinticinco religiosas que quedaban en él, en 1796 el convento fue vendido y poco después fueron demolidos el antiguo claustro y la iglesia, siendo sustituido por jardines y/o viviendas. Al parecer los archivos de la ciudad son extremadamente raros hasta el siglo XVI siendo difícil investigar en ellos. Planos de diferentes épocas nos muestran la ciudad y nos permiten apreciar las dificultades que fueron solventado los diferentes arquitectos para conseguir la unión de la villa vieja y la nueva, así como las zonas colindantes que con el tiempo fueron uniéndose a la ciudad; quedando clara la existencia de zonas ajardinadas en el interior y el exterior de los edificios.

 

En 1620, el cardenal Richelieu, queriendo imitar a la aristocracia y a la realeza, decidió transformar su castillo medieval que había heredado en una villa donde poder recibir y agasajar al rey y a la corte, para ello, debía reformar su castillo y además crear una villa en la que pudiera habitar la numerosa servidumbre que tal intención iba a requerir, y de esta manera nació la ciudad de Richelieu, podríamos situar este hecho como un precedente de lo que después ocurriría en Versalles donde el rey Luis XIV, cuarenta años después acometió algo similar al decidir transformar el pabellón de caza construido por Luis XIII en un auténtico palacio y los jardines más espectaculares de toda Francia, donde con el tiempo se trasladó prácticamente la corte francesa requiriendo la ampliación de la aldea de Versalles para acoger a la servidumbre. A cargo de Jacques Le Mercier corrieron los diseños del palacio y la nueva ciudad del cardenal, diseñó los edificios públicos y las residencias más importantes. En la ciudad se realizaba hacia 1631 un mercado dos veces a la semana y cuatro ferias anuales pese a su aislada situación y las dificultades de comunicación; el cardenal consiguió también privilegios para sus habitantes a los que se eximió del pago de impuestos, lo que favoreció su poblamiento. Murallas, colegio, Iglesia, tribunal de justicia, nada faltaba en la ciudad de Richelieu; por ello el testimonio del inglés John Evelyn, que la visitó en 1642, es clarificador: “consta tan sólo de una calle de cierta consideración; las casas se alinean a ambos lados de ésta, al igual que en toda la población, están construidas con perfecta uniformidad, según un bello diseño moderno… pero está escasamente poblada, dada su situación apartada  de las principales vías de comunicación y en un lugar insano y poco placentero”. Lo que deja claro que fue una población creada a la medida del cardenal, pero con pocos visos de sobrevivirle.

Burdeos es también otra ciudad en la que durante la Edad Media se construyeron edificios religiosos con jardines famosos; en la descripción que de ella hace Charles Chocks, en su guía para extranjeros, así lo indica, describiendo las ruinas de la Abadía de La Sauve, fundada en el siglo XII por los religiosos de Saint Maur, célebre por la magnificencia de sus edificios, de sus jardines, de sus paseos y la belleza de su Iglesia.

Tras la firma del Tratado de Ryswick que forzó a Francia a retirarse definitivamente de las plazas fronterizas del Rhin oriental; se decidió reformar y ampliar un de ellas Alt Brisach que se convirtió ahora en Neuf Brisac; la ampliación se hizo utilizando el trazado en cuadrícula que quedó encuadrado dentro del recinto amurallado renacentista. Toulon, El Havre y otras muchas. Prácticamente en todas ellas había espacios ajardinados de época medieval pertenecientes, a veces, a mansiones señoriales, castillos, iglesias, abadías o monasterios; que fueron posteriormente derruidos y reconstruidos; o simplemente reutilizados con otros fines; y que en ocasiones son el germen histórico para jardines actuales que han ido adquiriendo preponderancia por alguna de sus características más notables: plantas exóticas, aclimatación, investigación hortofrutícola, etc.

El número de ciudades afectadas por estas trasformaciones renacentistas y en ocasiones ya barrocas, aunque consideradas dentro del urbanismo renacentista dada la amplitud cronológica con que se aplica este movimiento es, sin duda, numeroso y un estudio pormenorizado de todas ellas queda fuera de las pretensiones de este artículo. Sin embargo, no podemos dejar de mencionar los cambios que sufrió París desde que inició su andadura para llegar a convertirse en la ciudad que hoy es como capital del Estado francés.

Bajo dominio romano había sido un asentamiento compartimentado en dos zonas dividas por un eje central que se prolongaba a lo largo de los dos puentes gemelos que atravesaban los dos brazos del Sena, se desconoce el trazado concreto de la Lutecia romana pero los restos del foro han sido hallados entre la actual Rue de St. Jacques y el Boulevard Saint Michel, el teatro y algunas termas se situaban en la orilla derecha del río, según Pierre Couperie, ocupaba unas 195 hectáreas y su población aproximada era de unas 10000 almas, un acueducto proporcionaba el agua necesaria para su abastecimiento, con un suministro de unos 2000 metros cúbicos diarios que frente a los del acueducto que abastecía Lyon cuya producción era de 75000 metros cúbicos nos permiten hacernos una idea de su escasa importancia en el mundo romano.

Morris establece que el urbanismo en Francia se inicia en el siglo XVI y llega hasta el XVIII, un periodo muy amplio en el que en otras disciplinas podemos ver diversos movimientos artísticos: manierismo, barroco, neoclasicismo; pero referido a la ciudad son, al parece, conceptualmente similares. En lo que se refiere a los jardines si podemos hablar de mayores diferencias en cada uno de esos momentos artísticos; aunque hoy día visualizar imágenes de los diferentes jardines parisinos manteniendo una periodización cronológica es harto difícil; porque, con frecuencia, las imágenes que los representan aunque están datadas en una época no representan su imagen contemporánea lo que, sin duda, puede inducir a errores. Morris asegura que urbanísticamente se hizo poco para cambiar la ciudad medieval; ya que en estos doscientos cincuenta años se creó el eje de los Champs Elysées hacia el oeste con el trazado de los grandes bulevares, hubo algunas intervenciones aisladas en la ciudad, en terrenos sin urbanizar; intervenciones que en ocasiones requirieron la destrucción de algunos edificios y/o jardines, sobre todo los pertenecientes a órdenes religiosas.

Esto es lo que sucederá en la creación de alguna de las cinco plazas representativas: la Place Dauphine, la Place Royale (hoy de los Vosgos), la Place des Victories, la Place Vendôme y la Place de Louis XI (hoy Place de la Concorde). Aunque estos nuevos elementos también conllevaron la creación de jardines nuevos encuadrados en esos nuevos emplazamientos, diseñados siguiendo la moda italiana.

En el París de Francisco I había pocos espacios urbanos significativos, es ahora cuando comienza a transformarse para llegar a ser la ciudad que conocemos; para ello debe  configurarse como tal y contener los tres elementos que Aldo Rossi considera primarios acordes con las tres funciones de la ciudad: la residencia, las actividades fijas y la circulación; elementos que se relacionan entre si ya que según Paul Bahrdt: “una ciudad es un sistema en el cual toda la vida, por lo tanto también la cotidiana, muestra la tendencia a polarizarse, a desarrollarse, pues en los términos de agregado social público y privado. Se desarrollan una esfera pública y una privada que están en estrecha relación con que la polarización quede perdida.

Pues bien en este París de Francisco I no existían espacios públicos urbanos significativos, que constituyen la base de las actividades fijas; únicamente existía la plaza de Gréve que hoy día forma parte de la plaza del Hôtel de Ville. Existían escasos espacios públicos abiertos; sin embargo los privados eran muy frecuentes en los de propiedad eclesiástica; y cómo indica Pierre Lavedan: “la ciudad era aún semi-rural y los corrales de gallinas, las conejeras, los establos y campos estaban muy próximos a las casas”. Como prueban las imágenes contenidas en el Libro de Horas del Duque de Berry en el que los hermanos Limborg representan zonas de la Ile de la Cité, ya que podemos distinguir en ellos edificios como la Sainte Chapelle; que se hallan circundados por el campo en el que unos campesinos se dedican a laboras agrarias.

Como ya hemos dicho estas nuevas creaciones en la ciudad hicieron necesaria la destrucción de otros espacios, entre ellos bastantes jardines privados de propiedad de la Iglesia; recintos religiosos preexistentes que fueron desapareciendo paulatinamente durante los siglos XVII y XVIII; como resultado de un complejo proceso de especulación de la propiedad. Aunque estas nuevas construcciones destinadas a la burguesía parisina, con frecuencia, incluyeron espacios abiertos y/o patios ajardinados.

Inicialmente París contaba con pocos pasos sobre el Sena que unieran ambos lados del río; sólo dos puentes independientes comunicaban los dos; cada uno de ellos enlazaba con la Ile de la Cite; situada en el centro del Sena facilitando las comunicaciones entre ambas orillas; el Pont du Change (del Cambio) construido posteriormente. Todos ellos contenían edificios alineados a cada lado, igual que sucede en el London Bridge o en el florentino Ponte Veccio. El crecimiento de la ciudad y el incremento del comercio y de los transportes dejaron claro que esto era insuficiente. Se hizo necesario abrir nuevas rutas que descongestionaran estos puentes e hicieran más fluido el transporte urbano y de mercancías.

Enrique III hacia 1578 inició las obras para la construcción del Pont Neuf, situado en este caso en uno de los extremos de la Ile de la Cité lo que facilitaba su realización; el proyecto sufrió varios retrasos; Enrique IV, para abaratar el proyecto, suprimió los edificios que inicialmente iban a lo largo de ambos lados según diseño de Androuet du Cerceau. El acceso norte se realizaba por la Rue de la Monnale, era necesario abrir una vía en la orilla meridional, la Rue del Dauphine que supuso la destrucción de los jardines del Convento de los Grandes Agustinos, y al parecer, ante las protestas de estos ante las que el rey manifestó: “que el dinero procedente de sus arrendamiento les permitiría comprar una cantidad de hortalizas más que considerable”, lo que da idea de la finalidad de gran parte del jardín. En 1604 el puente se había acabado iniciándose entonces la urbanización de esa zona de la isla; zona constituida, como hemos visto por espacios ajardinados y una serie de pequeños islotes; las obras se remataron con la realización de la Place Dauhpine.

La construcción de La Place Royale corrió a cargo de Jules Hardouin-Mansart y supuso la destrucción de los edificios y jardines del Hôtel des Tournelles, villa parisina del Duque de Orleans. Un espacio cuadrangular circundado por 38 casas de fachadas uniformes con una central destacada, en ella estaba el llamado pavillon du Roi, destinado al uso personal de Enrique IV, quien no pudo disfrutarlo al fallecer algunos años antes de su finalización; socialmente, la plaza, es un intento de atraer a la aristocracia a la ciudad, incitándola a dejar sus chateaux y residencias campestres para trasladarse a residir en una zona noble de la ciudad, especialmente creada al efecto, con el aliciente de la proximidad real. Inicialmente el pavimento de la plaza era de grava, y era utilizada para la realización de eventos, festejos y como campo de torneos, etc;  convirtiéndose, entonces, las ventanas de los pisos superiores en palcos desde los que se podía asistir al espectáculo. Su zona central con el transcurso de los años ha ido variando de uso siendo remodelada en numerosas ocasiones y utilizada como jardín público para disfrute de los parisinos.

Existen varios planos de la ciudad de París realizados por diversos artistas que plasman la ciudad y nos permiten apreciar los elementos arquitectónicos más destacados y la gran cantidad de espacios ajardinados que en ella existían, tanto en edificios religiosos, como residenciales. Diversos estudios sobre el tema también nos muestran con detalle diversas zonas de la ciudad estudiando sus momentos y describiendo sus espacios.

Entre las nuevas construcciones realizadas para cubrir las necesidades de la población existe gran diversidad ya que la variedad de clases sociales existentes y el aumento demográfico que la ciudad va adquiriendo hace necesario que cada cual encuentre el sitio adecuado donde acomodarse para vivir y trabajar en ella.

El propio Sebastián Serlio famoso arquitecto italiano que estuvo en Francia a mediados del siglo XVI publicó en París una obra en la que describía algunas casas parisinas destinadas a las clase trabajadora y artesanal; algunas ilustraciones de su Delle habitationi di tutti li gradi degli uomini, muestran la fachaza y el alzado de casas al estilo parisiense, las más modestas están formadas por dos viviendas adosadas y el más lujoso, de cuatro viviendas con gablete común; dos de ellas dan la calle y las otras dos interiores, todas ellas con vistas a un pequeño patio central. La ilustración, supuestamente inacaba, realizada por Androuet Du Cerceau, que muestra el puente de Notre-Dame, permite visualizar las 68 viviendas construidas, ya en mampostería, para sustituir a las antiguas de madera que habían sido destruidas por una riada en 1449; Didier de Felin, dirigió estas obras, al parecer, aconsejado por el arquitecto real Fra Giocondo. Y la obra de Pierre Le Mute Maniere de bastir pour toutes sortes de personnes, publicada en 1623, incide en el tema y nos muestra varios modelos de viviendas de diversas formas y tamaños, algunas de ellas provistas del correspondiente patio o espacio ajardinado. Un dibujo del siglo XVII nos muestra el barrio de curtidores y nos permite apreciar la hilera de casas de la calle Pelleterie en la que habitaban los trabajadores pertenecientes a este gremio de artesanos; calle hoy desaparecida que se  situaba en la orilla derecha del Sena y a la altura del puente del Change. Todo ello nos permite hacernos una idea aproximada de cómo vivían los parisinos en aquella época.

Naturalmente es mucho más frecuente encontrar imágenes y explicaciones de las viviendas de las clases sociales más altas y de la incipiente burguesía que cada vez pretendía parecerse más a la nobleza y copiaba sus formas de vida, si su estatus económico se lo permitía. Sin olvidar los miembros del clero que residían en la capital francesa tanto en los famosos Hôtels como los que habitan los conventos e instituciones religiosas que mantuvieron propiedades importantes hasta la época de la revolución francesa.

El Palacio de Sens, residencia parisina del arzobispo de dicha ciudad, se construyó en 1474, sufriendo en 1696 restauración, la reproducción de Gaignières nos permite apreciar el diseño de su jardín. El Palacete Lambert construido para el secretario del rey Jean-Batiste Lamberte por Louis Le Vau, en 1641, fue uno de los primeros construidos en la isla de San Luis, su plano demuestra la inclusión de un jardín en su diseño.

 

La Place des Victoires fue proyectada  por Jules Hardouin-Mansart, con un diseño bastante organizado en el que no se consideraron las relaciones urbanísticas de las zonas; quedando poco integrados el nuevo espacio renacentista y la estructura preexistente circundante. La idea partió del Mariscal de la Feuillade al y estaba dirigida a urbanizar una zona próxima a los jardines del Palacio Real. Fue inaugurada por Luis XIV en 1687 pese a estar inacabada. En la siguiene imagen pueden apreciarse la multitud de jardines que la circundan.

El Hospital de San Luis también presenta bellos jardines de diseño italiano, prueba de su existencia es el grabado de Merian datado en 1620, había sido construido por Enrique IV en 1607 probablemente por Calude Chastillon; quien lo representa también mostrando toda su extensión y dependencias; situado a extramuros debido a su uso para el tratamiento de epidemias.

En 1624 Ana  de Austria puso la primera piedra para la construcción de de la abadía benedictina Val de Grace; las obras fueron iniciadas por Mansart y continuadas por Le Mercier, tras la enemistad de primero con la regente. Tras la muerte de Le Mercier, Le Muet y Le Duc acabaron el recinto; se levantaron también cuatro pabellones, uno en cada esquina, que albergaron dependencias de la reina madre. Y en la imagen que lo representa pueden apreciarse la existencia de zonas ajardinadas.

Por último hablaremos del  trabajo realizado  en 1564 que inició Philibert De l’Orme para la reina Catalina de Médicis; la construcción de un Palacio situado en la zona oeste de París en un lugar denominado Tullerias. En 1570 cuando murió l’Orme, sólo se había concluido la construcción del edificio y el jardín, en el centro del cual se construyó la famosa escalera de caracol suspendida de una bóveda. Enrique III en 1579 solicitó a Du Cerceau que rediseñara el proyecto del conjunto retomando el plan original con tres patios. Proyecto conocido hoy día gracias al trabajo del arquitecto Baptiste Androuet en su obra Plus excellents bastiments de France publicada en 1579. El conjunto contiene uno de los más notables jardines de la capital francesa.

 

Es evidente que el estudio de los jardines en las ciudades francesas en general y los de parisinos en particular, da para mucho más, pero creemos que lo expuesto es suficiente para comprobar el panorama de los jardines renancentistas en las ciudades; otro capítulo comprenderá siglos posteriores en los que, si cabe,  todavía tendrán mayor esplendor.